martes, 25 de mayo de 2010

JUBILACIONES DOCENTES. ¿SOBRAN LOS PROFESORES “TRADICIONALES”?

Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver
Rubén Darío

Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Jorge Manrique

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Antonio Machado

Un asunto que suele ser tema de conversación habitual entre docentes que ya han pasado de los 50 tacos es el de la jubilación. Desde 1990 existe para los niveles “no universitarios” la opción de jubilarse anticipadamente y en los últimos años esa posibilidad también se ha extendido en ciertas universidades para los profesores de la enseñanza superior.

Como todo el mundo sabe, esta modalidad de jubilación para los profesores, que lleva casi veinte años en vigor, es un retiro incentivado del que se puede disfrutar a partir de los 60 años de edad si el interesado reúne determinados requisitos de servicios prestados y de antigüedad.

El abandonar la vida laboral provoca entre los asalariados con una cierta cualificación sentimientos encontrados. No así entre los trabajadores de la industria y los servicios, que la perciben en su mayoría como un beneficio y entienden que tener que trabajar hasta los 67 años es una lacra y un recorte de derechos. Entre los “intelectuales” no hay unanimidad al respecto. Para unos dejar de trabajar es una liberación de una carga demasiado pesada, mientras que otros la perciben como un trauma y una expulsión de la vida activa.

Cuando se aprobó en 1984 la ley/30 de Reforma de la Función Pública, jueces, catedráticos de universidad y numerarios de altos cuerpos del Estado denunciaron como una ominosa agresión la jubilación forzosa a los 65 años. Que duró menos que un spot y sólo afectó a un reducido número de profesionales, pues pocos años después se estableció para los funcionarios la eventualidad de prolongar el servicio activo voluntariamente hasta los 70 años. Reposición legal que se logró tras numerosísimos recursos, cartas de protesta y presiones corporativas de quienes no querían verse desposeídos precozmente de su condición de trabajadores en activo.

Pero desde entonces ha llovido mucho y entre el funcionariado docente poder retirarse de los ruedos antes de tiempo ya no se percibe como una marginación ni un envío al ostracismo.

Sólo tenemos que ver a nuestro alrededor cuántos “enseñantes” se han acogido a las llamadas jubilaciones LOGSE y LOE para constatar que cortarse la coleta, colgar los guantes o tirar la toalla ha sido la salida elegida por un porcentaje significativo de profesores nada más cruzar la frontera de la edad sexagenaria.

Los funcionarios docentes no se pueden quejar de las condiciones de acceso a la jubilación existentes hasta ahora. Otra cosa es la propia condición del profesor, que el sistema ha ido degradando y que quiere convertir en un mero pelele de la estúpida pedagogía oficial. Lo cierto es que el colectivo de los profesores del sector público es de los pocos que en este momento tiene una jubilación “a la carta”, privilegio del que no gozan otros trabajadores y profesionales, a los que o bien reconvierten por imperativo categórico o no les permiten la retirada previa cuando ellos quieren, según los casos. La jubilación anticipada e incentivada específicamente destinada a los funcionarios de la enseñanza no sabemos cuánto va a durar con la que está cayendo en la economía.

También es patente la simpatía con la que los más veteranos han ido viendo que la jubilación incentivada se fuera prorrogando legislatura tras legislatura. Cuando en las conversaciones para sellar el malogrado pacto de la educación fueron llamados los sindicatos, no es extraño que la prórroga de la jubilación LOE figurara en el primer puesto de sus reivindicaciones. En este enlace y en este otro podemos constatar la importancia que al asunto conceden los “representantes” del profesorado.

Es verdad que en la actual coyuntura, con los tijeretazos presupuestarios y con los globos sonda sobre una posible prolongación del servicio activo hasta los 67 años, la prórroga de la jubilación incentivada está en el aire. Son tiempos de incertidumbres y de recortes. Y si hay coherencia con las medidas presupuestarias, la jubilación especial para los docentes pasará a la historia y ya no podrán acogerse a ella los profesores que quieran salir pitando antes de tiempo. Pero, como en la política española hay tantas incoherencias, a lo mejor la mantienen un año hasta las elecciones, como una medida desesperada para luchar contra las encuestas electorales. Quién sabe.

Tengo que decir, por otro lado, que he firmado cuantas peticiones me han pasado a favor de que se mantenga la jubilación incentivada que han elegido como salida profesional tantos y tantos profesores. Y he firmado por solidaridad con muchos compañeros que sé que no aguantan más. Y que tenían esa expectativa de que les quedaban ya pocos telediarios. Y que ahora se les revuelven las tripas ante la posibilidad de pensar que tienen que estar cinco años más de los que pensaban. No digamos siete.

Nos dicen los propagandistas del discurso oficial que los jóvenes de hoy son la generación más preparada de la historia de España. Entonces ya lo voy entendiendo. Hay que echar a los profes más talluditos, los sustituimos por jóvenes, que están más al día. Debemos llenar las aulas de profesores de la generación más preparada de la historia de España. ¡A ver si se entierra de una vez la enseñanza “tradicional”!

Que conste que no tengo nada contra los jóvenes (accedí por oposición libre a los 22 años) ni contra ningún segmento del cuerpo electoral al que se quiere tratar con esa perversión de la “discriminación positiva”. Pero sí estoy en contra de la existencia de esa misma discriminación positiva, que es una plaga antidemocrática del esnobismo posmoderno. Lo lógico es que se tuviera en cuenta sólo la valía, sin mirar el sexo, la edad, la raza u otras circunstancias que nada tienen que ver con la adecuación a un cargo o a una responsabilidad. Pero entonces no estaríamos en España. Además, el márketing político se mueve por la connotación y por la creación de divisiones artificiales en la sociedad. Recuerdo que cuando era director de un instituto con 28 años y tuvimos una reunión tensa con un inspector, éste para relajar, intentó halagar al equipo directivo comentando que “estaba muy bien eso de que hubiera un claustro tan joven”, a lo que respondí con la espontaneidad propia de la edad: “!Qué estupidez!”. Ahora seguramente me habría callado por prudencia, aunque seguiróa distinguiendo con el mismo epíteto la sagaz frase del mencionado inspector.

La posmodernidad hortera que ha protagonizado el núcleo duro de la generación dirigente, con su presidente a la cabeza, ha agudizado una tendencia que vive en los sectores más pendientes de la venta del producto. En el mundo empresarial, mediático y cinematográfico se traslada al ámbito de la fecha de nacimiento la barojiana y darwinista lucha por la vida: la discriminación por razón de edad. Maduros y pasaditos fuera, abran paso a los jóvenes leones que acaban de tomarse su ColaCao con cereales.

Lo joven es lo que mola y a partir de una edad las personas son invisibles, ya no pueden salir en la foto. Este culto mediático a la juventud guarda un estrecho parentesco con lo nuevo, con la innovación. Todo se tiene que renovar, ser juvenil. El diseño es joven, como la noche. Las nuevas tecnologías pertenecen al universo vital de las nuevas generaciones, que son quienes las dominan. Los clásicos de la literatura y la filosofía no deberían tener lugar en la enseñanza del siglo XXI. Sólo sirven para coleccionistas jubilados y para la feria del libro antiguo y de ocasión.

La biología es la biología y el hombre intenta luchar con el apoyo de la ciencia para tratar de modificar la ley natural. Y justamente en un momento en el que la esperanza de vida aumenta y en el que sociológicamente tener x años no es lo mismo que hace medio siglo, parece que cuando cumplen ciertos años, las personas ya están de más. No pueden desfilar delante de la pasarela de la moda ni en la “fashion week” ni en el “spot” electoral. Y lo peor es que algunos mayores de 45 interiorizan la propaganda del enemigo y empiezan a sentirse no sé si culpables, pero sí algo acomplejados por haber sobrepasado ya una determinada edad y carecer de ese glamour que te da la tersura del rostro y la fotogenia de la juventud.

De ahí que una de las tres ideas que más ha repetido sobre la educación el presidente, amén de la conveniencia de gastarse un pastón en las tecnologías en las aulas y de programas bilingües en idiomas modernos (de los que, por cierto, no tiene ni puta idea), es “el rejuvenecimiento de las plantillas”. Es que es un hortera con transistor. Su estética está a mitad de camino entre la españolada casposa de un López Vázquez que se quiere quitar de golpe la represión y el pelo de la dehesa y la pseudomodernidad de Almodóvar, con unos toques de jefe de planta de El Corte Inglés, que es el máximo puesto al que podría haber optado nuestro gran timonel si este fuera un país serio. Cierto es que él ha tenido una especial obsesión por liquidar a la generación política precedente, especialmente a sus propios correligionarios. En su subconsciente soñaba con ser un Kennedy que abriera una nueva frontera y sentirse como las burbujas de la Coca-Cola, sensación de vivir y la chispa de la vida. También es verdad que se ha rodeado de una efebocracia netamente indocumentada que lo reconoce como su líder natural. Y es que el jefe sólo quiere animadoras, “cheerleaders”, no gente que piense. Y ha despreciado la experiencia previa de quienes le precedieron y que su adanismo le ha llevado a entender que con él empezábamos una nueva era. Aunque de vez en cuando recupere por conveniencia a algún dinosaurio amortizado que le saque las castañas del fuego.

Pero el asunto que merece un análisis particular es: ¿por qué se ha ofrecido al colectivo docente desde la promulgación de la LOGSE la posibilidad de una jubilación anticipada?

Entonces, en 1990, el MEC no era una empresa que perdiera dinero ni iba a contratar a profesores nuevos con un salario sustancialmente inferior. Al contrario, la jubilación LOGSE era un invento que le salía bastante caro al sistema y suponía una carga para el erario público y las cuentas de la previsión social. Es decir, que se hacía por otros motivos muy distintos de los que inspiran los ERES del sector privado que han generado prejubilaciones a edades en ocasiones escandalosamente tempranas.

Tenía uno 32 años cuando se perpetró la LOGSE y veía el asunto del retiro como un horizonte muy lejano desde el punto de vista personal. Siempre me pareció que las jubilaciones anticipadas de los docentes implicaban que el Ministerio deseaba deshacerse de un profesorado tradicional para dar paso a un profesorado formado en una nueva doctrina. Me sonó, pese a que a no me consideraba personalmente aludido en aquel entonces, a algo parecido a la reforma de Narcís Serra con los militares: se les da un puente de plata a los uniformados que vienen de la oprobiosa para depurar elegantemente a tantos y tantos jefes y generales que en el fondo simpatizaban con los golpistas y eran nostálgicos del régimen anterior. Tuve la sensación de que el legislador pensaba que había profesores que sobraban. ¿Por qué? Y me hacía estas preguntas: ¿Es que un profesor ya ha perdido sus cualidades intelectuales a partir de cierta edad? ¿Es que la que se viene encima con la reforma es una tarea tan dura que hay que dar una vía de escape a la gente porque no se va a poder soportar?

Han pasado veinte años desde que se llevara acabo la reconversión educativa, cuyos estragos son del dominio público. Hemos pasado por tiempos posmodernos en los que la juventud vuelve a ser un valor en alza, aunque tengamos una generación de mileuristas precarios. Con sus héroes efímeros, como los “yuppies”, ya olvidados. Y que en España, que somos un poco más cutres, fueron los héroes del pelotazo. La exaltación de la juventud fue explotada por los fascistas italianos, los falangistas y la militancia prebélica de los partidos socialistas y comunistas en el Frente Popular. Eso sí, en tiempos convulsos. En la empresa privada se entiende que hay una lógica basada en la rentabilidad y la explotación de la mano de obra: personal más eventual, que traga carros y carretas, no tiene una experiencia de una situación anterior y está dispuesto a trabajar por salarios más bajos… ¿Pero en la enseñanza pública? ¿Para qué?

Pues si leemos y oímos dos documentos sindicales sobre el asunto, a lo mejor salimos de dudas. Juzgue el lector los siguientes documentos de la propaganda sindical, que combinan “reivindicaciones muy sentidas” entre los profesores con doctrina pedagógica de la línea dura sobre el profesor que necesita la educación en España.










Tras leer y oír a los representantes oficiales del profesorado, ¿no está claro qué tipo de profesor sobra y quién hace falta?

Dejemos al margen las faltas de concordancia, los anacolutos y la escasa calidad lingüística de locutoras y sindicalistas. El vídeo tiene su miga, su “mensaje”, como decían los progres del tardofranquismo. Y aunque los nacionalsindicalistas que pontifican circunscriban los beneficiosos efectos de deshacerse de los profes más viejos al nuevo sistema educativo andaluz, las enseñanzas de estos grandes líderes sociales son extrapolables a toda España. E incluso al mundo mundial. Son una verdad pedagógica universal.

Si el lector y espectador aguanta los casi cinco minutos del vídeo del Canal2 de Andalucía, en connivencia con el sindicato de clase CCOO, podrá sacar sus propias conclusiones.

Con el visionado podrá deleitarse con la “mejora y modernización del sistema educativo andaluz” con una banda musical marchosilla y alguna imagen de profesores jóvenes entremezclados con docentes cuya fecha de caducidad está próxima.

Y podrá instruirse sobre cómo CCOO ha salvado –en solitario- a los docentes. Y de paso han contribuido a renovar la docencia. Lo ha dicho el NO-DO.

Un pequeño test de aprovechamiento:

¿Qué les ha parecido el vídeo?

a) Excelente, refleja muy bien las necesidades de renovación del sistema educativo andaluz.
b) Sin comentarios.
c) El exabrupto es tan fuerte que no se puede publicar.
d) Una razón de más para pedir que no se dé directa ni indirectamente ni un duro más a los sindicatos neoverticales que pagamos todos con nuestros impuestos.

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