La condición de funcionario es una conquista de la democracia liberal frente a las arbitrariedades del poder, que en la época de los cesantes tan magistralmente describe Galdós. El funcionario tiene un trabajo inamovible, seleccionado en virtud de los principios de mérito y capacidad precisamente para garantizar su no dependencia servil del gobierno de turno. Otra cosa es que algunas administraciones hayan hinchado el pesebre y ciertos puestos no se cubran siempre por lo que es una oposición libre, limpia y transparente. Sólo tras la guerra civil se depuró toda la administración pública con la intención de exterminar a los vencidos de cualquier puesto funcionarial. Pero hace ya décadas que han entrado, por ejemplo, en la función pública docente, profesores numerarios de todos los pelajes y de todas las procedencias. La función pública es la más objetiva, por ejemplo, la que menos discrimina a la mujer en comparación con el sector privado. Cierto es que no todos los cuerpos funcionariales tienen la misma transparencia. Pero ser funcionario es un valor que no se puede cuestionar así fácilmente. Imaginemos, como sugiere irónicamente David, que los servidores públicos hoy vitalicios fueran seleccionados y separados con los mismos criterios con los que se llevan a cabo los nombramientos de libre designación que dependen de los que mandan. Terroooooooooooor. Nooooooooooooo.
Que los profesores, médicos, técnicos y administrativos, entre otros, sean profesionales que trabajan para un servicio público no es ningún privilegio. No son en general sus condiciones de trabajo un chollo. Sí lo son, por el contrario, las prebendas que tienen muchos profesionales de la política, cuyo nivel moral, intelectual y cívico ha ido cayendo en los últimos años de forma alarmante. Si a alguien le encargaran un estudio sobre el chollo institucionalizado, la prebenda, la canonjía y el fondo de reptiles en las administraciones públicas, podría encontrar una inmensa relación de beneficiarios de auténticos momios. Y si lo extendemos a cajas de ahorro “públicas” veremos a profesionales del sindicalismo –sí que es un curioso puesto- en consejos de administración con desorbitados emolumentos y envidiables sinecuras.
Un representante democrático es elegido cada cuatro años justamente para que luego pueda dar cuenta a los electores de lo que ha hecho. El sistema de las listas cerradas -en las elecciones políitcas y sindicales- es una de las formas de blindaje y opacidad que impiden que la ciudadanía pueda intervenir en los asuntos públicos. La selección de los políticos no es transparente ni tampoco es directamente democrática para aquellos a los que nos van a representar. Hablan en nuestro nombre. Nos joden, con perdón, en nuestro nombre.
Los políticos que han sido elegidos no quieren hacer ningún tipo de contrato social con los ciudadanos. Márketing, propaganda electoral. Y luego te llaman para que hagas bulto en las manifestaciones que a ellos les interesan. Sólo quieren permanecer. En el día a día el ciudadano no pinta nada. Ahora mismo, muchos en privado te manifestarán su disconformidad con el decretazo/tijeretazo, pero como responden ante los aparatos, dirán amén cuando se trate de convalidar la norma que sienta el peor precedente de recortes de derechos sociales desde la aprobación de la Constitución. Por ese motivo y por otros muchos esta clase dirigente, estos representantes, no nos sirve, aunque individualmente no todos sean igual de corruptos, incompetentes o inmorales. !Qué más da! Todos forman parte del mismo sistema.
Los inspectores sí son inamovibles. Pero no nos engañemos. En primer lugar, el acceso a la inspección hace tiempo que es una cooptación realizada entre profesores que están en la onda de la administración de turno. No interesa su nivel, sino su docilidad. En general, es uno de los muchos escapes para profesores quemados. Y luego hacen lo que les mandan. Son meros brazos ejecutores de decisiones tomadas desde arriba. Tal como funciona ahora, una institución prescindible. Hay sistemas educativos donde no existen y no pasa nada.
Los pedagogos están en todas partes. Unos son funcionarios, otros, no. Lo que hay que plantearse, en la línea que defendía el Manifiesto de Maestros y Profesores, es un cambio de función para los que están en los centros. Que trabajen al servicio de los alumnos; que no sean comisarios pedagógicos de las reformas educativas degradadoras. Que cambien el chip y se desintoxiquen del veneno que les dan en sus catequesis.
Por otro lado, el problema no es que los profesores estén acomodados por ser funcionarios. Toda la sociedad lo está también sin serlo. El conformismo y la mediocridad están instalados en el conjunto del cuerpo social. Incluso a veces hay miedo a decir lo que se piensa. Absurdo. Restos del franquismo sociológico. Con todo eso cuenta el poder.
Y justamente está en nuestras manos evitar que esto suceda y se siga consolidando, lánguida y tristemente, pero hasta ahora sin una alternativa. Porque no pasa nada por oponerse al statu quo, a menos que alguien tenga una ambición pesebrista inmediata, pues entonces sí lo excluyen. Todo el establishment tiene un inmenso poder porque la base social ha permanecido pasiva, porque no hemos hecho todo lo que podíamos hacer. El derrotismo, la autocompasión y el pasotismo han sido comunes entre nosotros, Cuando se ha tratado de fugas y complicidades. Y la contestación, poco articulada. Ojalá esta afirmación la tuviera que desmentir. Pero son tigres de papel. Duran en sus posiciones dominantes lo que nosotros queramos que duren. ¿Lo sabe todo el mundo?
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