lunes, 17 de mayo de 2010
COMPETENCIAS DEL CURRÍCUILO
Una de las “novedades” de la LOE es el currículum por competencias Hay que estar
innovando siempre, faltaría más. Por supuesto que a los defensores del tinglado educativo no les interesa una evaluación honrada del sistema en su conjunto porque sólo los más fanáticos creen en sus resultados. Los resultados de años de escolarización los comprobamos continuamente. Como decía Ricardo Moreno Castillo, autor del panfleto antipedagógico, no hacía falta el informe PISA para saber que la educación iba muy mal en España. Los profesionales lo ven todos los días: en el instituto, en la universidad…
Lo que pasa con la insufrible jerga pedagógica es algo parecido al lenguaje de la publicidad. Cada x años hay que cambiar la fraseología, las consignas y los eslóganes para que parezca que se introduce una novedad. Pero es la misma necia pedagogía de siempre. Ahora, sí, con más burocracia. Que contribuye a crear un mundo de ficción.
De esta forma, todo se rellena con las “competencias”. Las programaciones didácticas de las oposiciones para nuevos docentes, los programas del Máster de Profesorado de Enseñanza Secundaria y otros cuerpos, los cursos de formación. El currículo por competencias es una de las grandes aportaciones de la LOE. Que ya no estamos en la LOGSE, te dicen los inspectores y orientadores más fieles a las consignas. Pero lo cierto es que estamos en la nada. Porque, concretamente, en Lengua y en Literatura, que es lo que conozco más, no se ha hecho más que rebajar los conocimientos, reducir el número de horas, recortar las lecturas. Por lo que comentan los colegas más críticos (en su sentido actual y también en el etimológico) parece que es una tendencia general en otras áreas de conocimiento y en otras asignaturas.
Los expertos nos dirán que no hay que saber, sino saber hacer. Todo es un gran camelo. Todo es una parafernalia ficticia para ocultar una realidad que tú insinúas en tu artículo. Que tras los años que llevamos de renovación pedagógica los resultados han empeorado y mucho en conocimientos teóricos y prácticos, incluso en “destrezas” o en cualquiera de los parámetros racionales que midan el rendimiento académico. Los burócratas lo saben, pero no lo pueden reconocer porque viven del cuento.
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