viernes, 14 de mayo de 2010

LOS FUNCIONARIOS NO SOMOS EL ENEMIGO PÚBLICO

Hace ya meses que muchos opinólogos, expertos, tertulianos y otros especímenes que incendian las ondas e intoxican al personal vienen cargando contra los funcionarios como chivo expiatorio de muchos de los males económicos y no económicos de la patria.

Se extiende este veneno al hablar de vacaciones docentes, posibilidad de despidos de los empleados públicos y ahora, el recorte injusto del sueldo a mitad del año. El linchamiento no para. Y hay quien puede utilizarlo para dividir a los asalariados.

En una muestra de insolidaridad infame, los sindicatos subvencionados y pagados por quienes atropellan a los servidores públicos y que se autodenominan de clase no convocan una huelga general. Para no dejar en solitario a la CSIF, central que va a movilizar a sus afiliados, que son funcionarios. Sólo una huelguilla sectorial, para salvar la cara, la caradura que tienen. Pero sin crear problemas al que les paga y financia, con dinero que a lo mejor también habría que recortar para paliar el déficit. Un poco como para decir que el tijeretazo sólo afecta a unos cuantos. Este recorte de salarios no es una causa general. Se les ve demasiado el plumero. ¿Cómo van a defender a los empleados públicos unos representantes financiados por el patrón? Si es que el modelo es una guasa, directamente heredado del sindicato vertical de tiempos de Su Excelencia, en el que se “infiltró” en su día CCOO, hasta que se terminó impregnando del espíritu joseantoniano nacional-sindicalista. Y luego, todas las demás centrales sindicales, han repetido clónicamente el mismo esquema. Como la hamburguesa del McDonald´s nos lleva al Burger King o a Wendy´s. Da igual.

Los sindicatos sí convocaron una huelga general contra el gobierno de José María Aznar cuando éste dictó un decretazo antisocial y todo lo que ustedes quieran. Pero mucho más leve que las brutales medidas anunciadas por ese gran referente del la sensibilidad social que es Zapatero. El primer presidente de izquierdas que ha habido en la democracia, según el cantautor Labordeta. Que se podría ir con la guitarra y la mochila a contar milongas lejos, muy lejos de aquí. ¿Es este el izquierdismo privativo y diferenciador del líder del gobierno paritario y adalid de la España plural? El “bluff” empieza a desmoronarse.

Los sindicatos, perdón, las centrales sindicales de clase, estaban calladitos y tan contentos con Javier Arenas, en el primer gobierno del PP. Porque el astuto, lince y profesional político sevillano, aprendiz de las técnicas del Conde de Romanones y de Lerroux, por no citar a algunos paisanos suyos de otro color político de los que ha aprendido el sagaz ministro de Trabajo de entonces, sabía que las cosas tienen un precio. Y que si se paga, pues no hay problema. No hay ningún problema. Y les subió la asignación.

Ahora, cuando los empleados públicos deben pagar lo que otros han creado, Leire Pajín intenta convencer a la ciudadanía de que son esos privilegiados por no temer el paro quienes deben arrimar el hombro, o sea, joderse. Son los paganos de tantas y tan abultadas facturas que la clase política nos ha dejado. Y por decreto. Y sin derecho ni a rechistar.

La agresión antisocial contra los funcionarios es una indignidad que viene apoyando parte de la prensa, de todos los colores. Aunque hay algunas excepciones.

Las cartas al director de EL PAÍS de hoy demuestran que no todo es borreguismo y asentimiento sumiso ni aceptación de la demagogia.
Por lo menos transmitamos a la sociedad que todo el discurso antifuncionario es injusto y es una infame agresión contra unos trabajadores que no tienen derecho a la negociación colectiva.
Porque el gobierno va a buscar la complicidad de la sociedad para dividir a los asalariados y así poder justificar la salida más fácil, más barata e inicua de cuantas tenía en su mano para atajar la crisis.

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