lunes, 17 de mayo de 2010

RELATIVISMO Y DOGMATISMO EN EDUCACIÓN

He leído con placer este magnifico artículo de Raus. Impecable el análisis de cómo ocupan el poder los más mediocres con justificaciones ideológicas poco sólidas. Cómo extienden su dominación.

Al fin y al cabo, al poder no le interesan ni los principios de mérito y capacidad ni la selección de los mejores, porque esa lógica fomenta el éxito individual y sobre todo la autonomía de la persona. Y el poder prefiere ciudadanos que dependan de él hasta para respirar; ser como el señor feudal medieval al que hay que volver para hincarse de hinojos. El poder sueña con que los ciudadanos se dividan entre borregos y creyentes enfervorizados, o untados, si su precio es barato. Al poder le interesa una grey acrítica, expectante de la prebenda para mantener una jerarquía piramidal basada en el vasallaje, pese a que el feudalismo terminara tiempo ha. De hecho, en el caso de la enseñanza, quienes más han movido y alentado desde dentro todas las reformas han sido los que han buscado y encontrado en la política y el sindicalismo la vía más aviesa y transversal para el ascenso. La nota que no sacaron en su expediente, o en su oposición, el artículo científico que no escribieron o el título académico que había que obtener trabajando los sustituyeron muchos de los que querían hacer carrera mediante atajos por su destreza para reptar o trepar con habilidad.

Promocionarse mediante la adhesión a la pedagogía oficial ha generado réditos evidentes entre algunos que han llegado a inspectores, asesores y hasta profesores de universidad. No se trata de una legítima ambición basada en competir, ser competente y competitivo, y en el placer por la obra bien hecha, por una superación personal, es la vía intelectual y moralmente más barata de lograr un estatus que no hubieran conseguido si de verdad existieran en el mundo educativo español (y no sólo educativo) esos principios constitucionales de mérito y capacidad, hoy sólo retórica un tanto hueca y hasta un sarcasmo cínico frente a los criterios reales con los que se seleccionan las élites políticas, escasamente dignas de tal nombre.

El espíritu de la LOGSE extendió esa negación del mérito no sólo entre los alumnos, lo que desincentiva a los que quieren estudiar, que no se ven respaldados por los gerifaltes, quienes, en su perversa estupidez, lo han llegado a entender como desigualitario y discriminatorio.

Es que también la amplió a los profesores, con la degradación de la siempre imperfecta carrera docente. Sólo que se haya valorado más en muchos concursos de “méritos” un cursillo de catequesis pedagógica que una tesis doctoral o unas publicaciones serias es ya un síntoma muy evidente de que la Administración no quiere a profesores verdaderamente formados, sino que quiere adictos (Sumisión y obediencia + pancismo, que dirían dos articulistas del blog).

Se habla en el artículo de la nula formación filosófica de los psicólogos. Honestamente, desconozco este asunto. Pero tengo que decir que los que estudiamos Filología hace ya algunos trienios tampoco teníamos ninguna asignatura de Filosofía en nuestro plan de estudios. Sólo una Lógica para lingüistas en 1º. Y nada más. Luego, lecturas de filosofía del lenguaje más bien autodidactas. La superespecialización desde muy pronto mutila una verdadera formación humanística, fenómeno que afecta a muchas carreras. A este empobrecedor hecho han contribuido los corporativismos y los intereses gremiales, que han dominado la universidad española desde hace demasiado tiempo.

Sin embargo, sí hay una diferencia con los psicólogos que promovieron la LOGSE, los de la banda de los reformadores oficiales. Ellos despreciaban la filosofía, o tenían algún resentimiento contra ella. ¿Por qué? La inquina de Marchesi y parte de su tropa contra la filosofía rayaba en la patología y en la irracionalidad más visceral. Otros lamentamos nuestras carencias o lagunas formativas y no nos jactamos de ellas. Al contrario, defendemos que no se estreche el horizonte desde muy jóvenes: postulamos que haya un bachillerato más generalista (y más largo que esta birria que tenemos) y unas carreras humanísticas y científicas con un tronco común de mayor solidez para dar una formación más amplia al estudiante. Le beneficiaría, sería más versátil, más enriquecedora. Que se especializara después. Sé que desgraciadamente los tiros no van por ahí.

Justamente por esa formación filosófica coja que algunos sobrevellevamos no estoy seguro de la relación entre positivismo, relativismo, posmodernidad y el actual estado de cosas de la educación. El positivismo fue la base del estructuralismo lingüístico, cuyas aportaciones a la investigación de la lengua fueron muy notables, aunque su dogmatización y su cerrazón a ampliar el campo de estudio de la lingüística lo dejaran en una vía muerta. Y su aplicación a la enseñanza idiomática estuvo lastrada por un exceso de teoricismo y de desprecio, erróneo, de la tradición educativa de la retórica y de la gramática normativa. El estructuralismo en lingüística, un hijo del positivismo, no está totalmente superado en todos sus presupuestos y resultados, pese a que la ciencia del lenguaje sí ha sobrepasado el estrecho corsé que éste definía para delimitar los hechos de lengua.

De la posmodernidad decía Vázquez Montalbán que eran chucherías del espíritu. Algunos logros estéticos parece que sí ha tenido. Elevada al dogma de la indeterminación moral y epistémica absoluta –que sería una contradicción semántica- sí nos ha proporcionado efectos nocivos en la vida educativa, donde ha sido un apoyo esencial de los destructores de la enseñanza (así los llama con acierto Javier Orrico).

Tengo algunas preguntas para usted

Creo entender más o menos lo que es el relativismo. Aunque no sé si del todo. ¿El relativismo moral lleva al todo vale? ¿Niega toda axiología?

Yo lo que no entiendo entonces es por qué los dogmas pedagógicos son verdades absolutas, innegociables. Los padagogos y asimilados no aceptan un debate democrático: usan eslóganes y descalifican, llegan a vilipendiar y marginar al discrepante. Al menos en España su autoritarismo e intransigencia los asemejan a la Inquisición, a Stalin o a una secta (así reza el libro de Mercedes Ruiz, La secta pedagógica) ¿Eso es relativismo?

Tampoco entiendo que la clase dirigente –caracterizada por su ligereza de cascos en la moral pública, por no hablar de corrupción endémica, su escaso apego a la verdad y su cinismo lacerante- hable luego de “educación en valores”, elevando tal paparrucha a la categoría de lo sacrosanto. No me cuadra. ¿Valores morales dentro del relativismo?

Y, sin embargo, los temas trasnvsersales del currículo presentes en todo eran un signo de identidad de la LOGSE. La educación en valores era una de las mercancías que nos vendían estos pollos como la expresión de que la escuela estaba trabajando por y para la sociedad. Es verdad que ahora hablan más de competencias que de temas transversales. Pero, ¿qué valor tienen las palabras en manos de unos trileros de la propaganda?

Traigo a colación un interesante artículo de José Penalva , curiosamente, profesor de Historia de la Educación en la Universidad de Murcia, sobre nacionalismos, pacto escolar y relativismo. Como sé que a algunos lectores y autores de este blog les interesa este asunto del relativismo, lo inserto para su posible lectura. Que conste que no comparto su análisis de la cocina del pacto educativo, pero es un texto sugerente y creo que coincide bastante con las posiciones de muchos deseducativos sobre la relación entre relativismo y educación.

Por otro lado, siempre he pensado que el demócrata tendría que tener algo de flexibilidad y no dogmatismo, un cierto relativismo intelectual, valga la expresión, tolerancia y apertura mental. Lo cual no es sinónimo de carecer de principios y aceptar una anomia superlativa, sino que equivale a no creerse en posesión de la verdad absoluta. Y pensar además que la verdad absoluta ni existe ni la tiene nadie. Que cada persona individualmente a lo sumo puede tener percepciones más o menos parcialmente acertadas de la realidad, condicionadas por su perspectiva y por sus circunstancias.

En cuanto al relativismo moral, si lo he entendido bien, sí lo veo muy peligroso en sus versiones más extremas.

Quizá las ideologías en las que se han inspirado nuestros próceres son las que se señalan en este artículo de Raus y en otros que inciden en una línea similar. No lo sé. Habrá que seguir leyendo.

Sinceramente, desconozco en profundidad cuál es la etiología del mal educativo, en sus raíces más sociológicas, éticas y filosóficas. Aunque identifico claramente sus síntomas y no hace falta tener dotes especiales para ver el diagnóstico. Sólo los que se obcecan y los que se niegan no lo ven.

Pero a lo mejor algunos hablan en prosa sin saberlo. Me refiero a los que han ido a la catequesis didáctica y se han aprendido las primeras lecciones del manual del buen profe enrollado y actualizado. Esos no creo que sepan qué es positivismo, emprismo, posmodernidad, aunque puedan estar manipulados por superiores jerárquicos que sí partan de esos principios.

Tengo que decir que si conocía la fe del carbonero en el utilitarismo que tiene la pedagogía anglosajona. Interpretada en plan hooligan, con la sensibilidad de un zopenco brutal, puede llevarnos a cuestionarnos todo lo que se hace en la escuela.

- Veamos, ¿para qué sirve la gramática? ¿Y la ortografía? ¿Y hacer ecuaciones o polinomios? ¿Y leer a Cervantes? ¿Educan para la vida?

El utilitarismo así a lo bestia aboca a la necedad y a la desvalorización de la sensibilidad, de la sutileza y de los conocimientos cuya aplicación práctica no es inmediata. Un cocinero puede aprender a manejar una nueva heladera en una tarde. Y a partir del día siguiente ya la puede usar. Lo mismo puede suceder con un empleado de banca que recibe un cursillo sobre el último programa de ordenador.

Lo que sucede es que no se puede confundir preparación con cultura.

Porque el conocimiento humanístico, científico y artístico no funciona así. Es un sedimento cuyos frutos se van recogiendo a lo largo del tiempo. La pregunta incisiva, muy del mundo educativo anglosajón, con perdón: ¿Para qué sirve el latín? Hombre, no vas a entrar de director ejecutivo en Coca-Cola al día siguiente de haberte aprendido las conjugaciones y empezado a traducir a Julio César. Pero el desarrollo de tus capacidades verbales, la práctica de la lógica del lenguaje y la posibilidad de entender el vocabulario culto del inglés, lleno de latinismos es la inversión a largo plazo. El utilitarismo tiene que desembocar siempre en una axiología y en una teleología.

Lo útil no se define sin más de forma intransitiva. Lo útil es útil para algo. Y ese algo es el fin que se persigue. Si uno lo único que quiere en su vida es ganar unas pelillas, esperar al fin de semana. Fiesta. Botellón. Marcha. Moto. Intoxicación etílica, entonces, posiblemente casi nada de lo que se ha estudiado sirva para nada.

La distinción entre saberes útiles e inútiles siempre me ha planteado preguntas para las que no tengo respuesta inmediata.

Lo que sí puedo decir es que la programación, las competencias básicas, la taxonomía de objetivos de Bloom, la adaptación curricular y los contenidos actitudinales en la atención a la diversidad me parecen conocimientos inútiles, antiestéticos y contaminantes. No sirven para nada. Rectifico. Son nocivos y corrosivos. Son conocimientos superfluos sin los que un profesor puede vivir sin despeinarse.

Bueno, me he enrollado más de la cuenta. Pero sí rogaría una respuesta a las preguntas que están subrayadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario