jueves, 12 de agosto de 2010

LA POLÍTICA COMO REALITY SHOW


La batalla de Madrid, que se puede aproximar paródicamente a las dos Españas trágicamente enfrentadas, a modo de sainete estival, saca a la luz pública un laberinto de bajas pasiones que se acerca de forma peligrosa a un reality show, como un GRAN HERMANO retransmitido. Y pone en el escaparate lo peor de las clásicas luchas por el poder sin que los votantes y militantes del PSOE tengan más horizonte que el de espectadores de este numerito.

Las primarias prostituidas, que poco se parecen a un verdadero proceso de elección desde la base social, sino que más bien son una instrumentación de aparatos federales, aparatejos provinciales y aparatillos locales, de momento no nos dicen nada de los programas, proyectos e iniciativas de los dos candidatos en liza.

Unas elecciones por sufragio universal, donde se respete lo que decida el pueblo soberano y haya juego limpio y respeto a las reglas no forman parte de las inveteradas tradiciones hispánicas. No se pueden pedir peras al olmo.

Tomás Gómez se plantea la confrontación de poder a poder. Desde el poder virtual de las estructuras oligárquicas de un modelo de organización anquilosado y ya superado al poder real de unos alcaldes en cuyas corporaciones no todo es trigo limpio. Hasta el poder político del aparato central y de La Moncloa, que algunos ven en su declive. O que ya no les da el miedo reverencial que antaño tuvo.

No se perfila estrategia electoral alguna frente a un peso pesado como Esperanza Aguirre, consolidada en tiempos adversos y convulsos para el PSOE.

Es de temer, por consiguiente, que estemos de nuevo ante una ocasión perdida.

La reaparición de la Trini o la segunda parte de Aterriza como puedas en Madrid tampoco augura nada bueno.

Y entra en liza un nuevo actor en el “reality show”: Jaime Lissavetzky. Como gran activo, el haber estado cerca de grandes vencedores en el deporte: tenis, ciclismo, fútbol… Y más. Pero estar cerca de los vencedores no significa pertenecer a los que ganan. Puede estar muy cerca de Gallardón… Y, sin embargo, tener que oír: Madrid, la copa se mira y no se toca.

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