Partidos políticos y clases sociales
¿Es el PP el PPOE?
Vicenç Navarro escribe siempre artículos bien construidos, con un razonamiento lógico impecable, aunque en ocasiones sus enfoques pecan de parcialidad y sesgo. Su artículo en El Plural ¿El PP, el partido de los trabajadores? desmonta las falacias del discurso electoral de los comunicadores de Génova. Todo lo que dice es verdad, sólida y muy coherentemente argumentada, pero no dice toda la verdad.
Que el discurso del PP sobre las clases medias y trabajadoras es sólo propaganda, en el sentido peyorativo del término, no lo dudo. Que el PP no es el partido de los trabajadores y que va a defender políticas sociales en las que los de abajo van a tener que pagar más, tampoco lo dudo.
Pero ahora llega la segunda parte. El PP, en la estrategia del partido de fútbol o del campo de batalla, se dispone a ocupar espacios del contrario parece que de forma inexorable. ¿Y por qué? Porque enfrente se encuentra el vacío. El líder de la España plural y de la izquierda posmoderna está "missing", ya es un cadáver, su equipo representa la incompetencia absoluta. El PSOE hace tiempo que sólo es una maquinaria electoral, clientelar, sin ideología, donde se tritura no ya cualquier tipo de disidencia, sino cualquier manifestación de talento.
El PP no es el partido de la clase obrera ni siquiera de las modestas y cada vez más humildes clases medias.
Pero, ¿y el PSOE? ¿Alguien se puede creer que un partido que apoya inmóvil y con temor reverencial a un líder que ha negado la crisis, ha despilfarrado cuando era evidente la que se avecinaba y ha empezado a hacer el ajuste más reaccionario sufrido por los trabajadores desde el establecimiento de la democracia es el partido de los desheredados, del proletariado, de los currantes?
El PP avanza en la conquista de espacios sociológicos y electorales, sin decir ni esquemáticamente qué piensa hacer con la economía. Nos lo imaginamos y lo tememos. Difícilmente desde la izquierda se puede hacer ahora una campaña diciendo que viene el lobo, cuando Bamby ya ha asumido el papel del lobo. El PP puede vender las motos que quiera porque su contrincante ha dado muestras de frivolidad, de incompetencia y de despotismo casi insuperables. Y de absoluta falta de coherencia ideológica.
No sé lo que va a pasar en lo que queda de legislatura, pero es muy complicado pensar que Zapatero va a levantar el vuelo tras la constatación por parte del electorado de su incapacidad para sacar adelante el país. Me temo que podemos aproximarnos al pánico colectivo. Y que frente a ese terror la idea de que la derecha gestiona mejor la economía va a calar. ¿Y por qué? Pues porque es muy difícil gestionar peor que el actual presidente y sus mariachis. Mucho tendrían que cambiar los equipos gobernantes para retomar el rumbo y dirigirse a algún puerto en lugar de zozobrar a la deriva con una tripulación atolondrada y un capitán que no tiene la más remota idea de cómo se maneja un barco en días de temporal. No hay timón ni horizontes, sólo pavor. La “élite dirigente” que rodea a Zapatero se ha formado por criterios también propagandísticos, de glamour y de imagen, que se han disuelto cuando todos los españoles sabemos que el rey –el presidente en este caso- está desnudo, es un cero a la izquierda sin paliativos.
Volvamos al principio. El PP puede vender propaganda inane, gratis. La gente va a comprar el producto aunque luego sea humo. Porque la otra opción también ha vendido su mercancía con una propaganda que ya sabemos que es la ruina. Y el gobierno no inspira ninguna confianza, sino que provoca una sensación mixta entre la indignación y el miedo irrefrenable.
No sabemos –al menos algunos no tenemos ni noción- si la crisis es estructural o coyuntural, o es la consecuencia de la globalización. Es obvio que tenemos, por un lado, una situación internacional muy complicada. También estamos pagando la consecuencia de nuestro modelo español de crecimiento basado en la especulación. A la que añadimos la gestión política de todas las administraciones, llena de despilfarro, corruptelas y falta de rigor presupuestario.
Pero va a ser muy difícil que los trabajadores se sientan representados por quienes les han maltratado más que ningún otro gobierno desde que tenemos una Constitución democrática. Los partidos y los sindicatos de izquierda no representan a los trabajadores, primero porque no son organizaciones democráticas, sino burocracias anquilosadas y esclerotizadas. Y después porque sus dirigentes no pertenecen en su mayoría a los sectores en cuyo nombre hablan y a los que han dejado tirados en los momentos más duros.
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