sábado, 19 de junio de 2010

CRISIS EDUCATIVA Y "ALTA POLÍTICA"

La reflexión que plantea David López Sandoval en DESEDUCATIVOS es muy sugerente y suscita un debate que va mucho más allá del hecho educativo, un debate de carácter superestructural que a algunos nos desborda. Además, se basa en un análisis de fondo sobre el que habría mucho que discutir.

Es obvio que el desastre en la enseñanza -que es un hecho para mí indiscutible pero que no está admitido aún en el mundo educativo ni en las altas esferas como una verdad incontrovertible- se encuadra dentro de un contexto social, político e histórico más amplio que el de los problemas particulares de la escuela. La realidad de la enseñanza no es un hecho plenamente autónomo, no es una isla. Coincido con el análisis de David en el diagnóstico de las políticas educativas, culturales, de degradación de la participación democrática, de la desindustrialización, del modelo de crecimiento, al que habría que añadir la corrupción y la endogamia de la clase dirigente y otros males estructurales que condicionan la educación y toda la vida social y política.

Sin embargo, no estoy tan seguro de que se pueda dar una explicación de lo que nos está pasando a partir de una deslegitimación de todo el proceso de transición democrática, de la influencia de los líderes internacionales en los cambios de la España contemporánea y de nuestra integración en Europa. Es un hecho conocido que Willy Brandt, Olof Palme y el Departamento de Estado de los EE.UU., entre otros, ejercieron en su día una fuerte presión para que el cambio político que se veía venir en los estertores de la dictadura franquista se hiciera de manera controlada y evitara ciertos “peligros”. Concretamente, existía por aquel entonces el temor de que toda la Península Ibérica se viera bajo la hegemonía del “eurocomunismo” en la izquierda y que ese fenómeno repercutiera en una polarización como la que vivía entonces la Italia de Aldo Moro (DCI) y Enrico Berlinguer (PCI). Preocupaba igualmente en las cancillerías occidentales más influyentes que la España posfranquista fuera antiamericana y antiatlantista. En el fondo, los observadores internacionales de mitad de los setenta se tragaron la propaganda del PCE (cuyas fantasías retroactivas todavía las siguen creyendo muchos) al que atribuían una fuerza y un potencial mucho mayor del que realmente tenía. También es verdad que la negociación para la entrada de España en la entonces CEE, hoy UE, nuestro país tuvo que achicarse ante los intereses industriales y agrícolas de los países que podrían haberse visto perjudicados con nuestro ingreso y de las naciones que resultarían beneficiadas con la entrada de España en determinadas condiciones. No soy, a pesar de estos penosos costes, euroescéptico, pues sería justo hablar de la inversión europea en infraestructuras y del impulso a nuestro crecimiento. A España le afectaron de forma rotunda las crisis de 1929 (hundió económicamente la Dictadura de Primo de Rivera, agudizó la pobreza en los años 30, radicalizó al movimiento obrero y a los pequeños propietarios) y 1973 (paro, inflación…), pese a que nuestro país no formaba parte de ninguna institución europea.

Pero no me consta, o no sé, o no veo, una gran trama dirigista en la superestructura que trazase un plan perfecto que se haya ido cumpliendo paso a paso, con sus repercusiones sobre el sistema educativo. Personalmente no lo creo. Aunque no tengo formado un juicio rotundo sobre el particular ni tampoco soy un experto en la materia.

Lo que sí tengo muy claro es por qué en política, en economía y en educación hemos llegado hasta donde hemos llegado. Ha sido la conjunción de diversos intereses creados, en los que ha influido una clase política cada vez más oligárquica y con tendencia a la mediocridad. Una clase empresarial con poca tradición emprendedora, más amiga de la subvención, el oligopolio y el beneficio rápido, especulativo. Y un crecimiento del fenómeno nacionalista y autonómico, que es un cáncer para la convivencia, para la democracia, para la unidad de mercado, la eficiencia en el gasto público y para articular un sistema educativo eficiente.

La crisis educativa tiene una relación con el contexto político, por supuesto, pero el hecho de que seamos un país con una mano de obra menos cualificada que en 1990 no es un hecho buscado. Pienso que es el resultado de la incompetencia de unos cuadros que han ido eliminando la brillantez y el espíritu crítico y la consecuencia de un paradigma educativo equivocado y de unos dogmatismos pedagógicos que desconocían la realidad. Quizá yo esté en el error. Pero no creo que el poder haya estado buscando una sociedad más analfabeta, aunque lo haya conseguido. No creo que el diseño de las reformas buscase los efectos que luego se han producido. En este punto disiento de otros análisis que se han hecho en DESEDUCATIVOS. Villar Palasí, además de defender que España necesitaba más titulados (de hecho los necesitaba; otra cosa es cómo aumentar la población escolarizada sin cargarse la calidad y los conocimientos) tenía una fe ciega en el modelo norteamericano: copió 8 años de primaria y 4 de bachillerato, porque era lo que había en la mayoría de los distritos escolares de Estados Unidos. Luego su equipo fue introduciendo una perversa penetración de la pseudociencia frente a la ciencia porque ese innombrable grupo de presión no tiene razón de ser si la enseñanza se dedica a transmitir el conocimiento y los que lo hacen son buenos especialistas de las respectivas áreas del saber.

Mi interpretación sobre las políticas educativas, en las que la izquierda gobernante se ha basado más en los principios de la ley 70 que en la tradición republicana –algo de esto hemos dicho ya en DESEDUCATIVOS- es un análisis menos mítico y con perdón, más garbancero. Me da apuro decirlo, pero mi tesis es que el triunfo de la pedagogía sobre la ciencia, las artes y las humanidades es el resultado de la conjura de los necios (tesis que le plagio a una amiga mía, que me perdone). Creo que se han conjugado las visiones más ramplonas de unos tecnócratas nefastos, desde Villar Palasí, que han despreciado el carácter cultural de la educación y que han tenido una visión más instrumental, con muy poca altura de miras. Que se han constituido en un grupo de presión que está por encima de los partidos y los sindicatos, porque está infiltrado en todos los sectores que tienen poder sin excepción. Estos grupos, por desgracia, han contado desde hace décadas con la complicidad de una parte sustancial del profesorado, que ha aplaudido todo lo que supusiera recortar el mérito, el esfuerzo y el conocimiento. En nuestra profesión todas las reformas degradadoras –en la enseñanza media y en la universidad- han contado con el apoyo de los colectivos más opuestos a las oposiciones libres, a la libertad de cátedra, a las categorías profesionales basadas en el mérito, a la excelencia. Hay quien tiene verdadero miedo al conocimiento y al pensamiento libre. Incluyo en ese conjunto tanto a burócratas y políticos como a profesores.

Los dirigentes de la alta política que han avalado la LOGSE y la LOE no eran conscientes de lo que estaban haciendo. No digamos la LODE, ley cuyo espíritu fue traicionado por los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP. Finalmente fue el triunfo de los mediocres sobre los profesionales y la preponderancia de los tecnócratas sobre los políticos. A ellos les vendieron que se iba a extender la educación, que iba a aumentar el número de titulados, que se iba a cualificar más la mano de obra, que iba a prestigiarse la formación profesional, etc. Detesto toda la pedagogía que subyace a las reformas educativas como el que más. Pero mi tesis –admito que puedo estar equivocado- es que la educación se les ha ido de las manos. El nivel de ignorancia y de frivolidad y las entelequias ideológicas de los grandes dirigentes políticos es inimaginable.

Hay bastantes cuadros políticos de izquierda de cierto nivel –ex altos cargos y otras personas influyentes- que empiezan a ser conscientes de la debacle. Hemos traído al foro del Manifiesto las declaraciones del exsubsecretario de Educación del primer gobierno socialista en las que critica abiertamente el carácter “fallido” del modelo comprensivo. Hay que entender que si se admite como verdad oficial que la LODE, la LOGSE y la LOE han supuesto un fracaso en términos de escuela pública, igualdad de oportunidades y resultados educativos, quedan deslegitimados todos los que la inspiraron. Y eso supondría un “Big Bang” en las élites educativas. Por eso el búnker se resiste a aceptar la realidad. Porque Javier Solana era el ministro de Educación cuando se perpetró la LOGSE y Rubalcaba el secretario de Estado. Si aparecen como los responsables de un desastre, no pueden ser referentes de solvencia frente a un Zapatero desacreditado. Esa es una de las claves. Y en España en las organizaciones políticas y sindicales hay miedo a hablar con libertad. Esa tendencia se observa, incluso, en algunos claustros.

Y de nuestro esperpento nacional no podemos echar la culpa al pobre Willy Brandt, que no creo que haya sido un personaje históricamente nefasto, más bien al contrario. Ni al indigno Henry Kissinger. ¿Tienen la culpa la Fundación Ebert (del SPD) o los servicios de información de la Embajada de EEUU de que tengamos 17 taifas educativas con un diseño curricular de risa, una enseñanza comprensiva absurda y una escuela de la ignorancia?

Por otro lado, conviene tener en cuenta que no todos los sistemas educativos occidentales son tan lamentables como el del Reino Unido, modelo de desigualdad, violencia escolar y resultados desastrosos. Y modelo de inspiración para genios como el inefable Marchesi. Es cierto que el pedagogismo y el funcionalismo anglosajón, tan bien analizados por otros autores de este blog, han sido la receta facilona para los políticos en el poder, con algunos matices en individualidades que sí han tenido conciencia del desastre. También es verdad que muchos de los males de la educación no son exclusivos de España y las tendencias de la pedagogía imperante han arraigado más allá de nuestras fronteras. Si comparamos el nivel de cualificación de los universitarios de otros países de la Unión Europea, vemos que los datos son desiguales. En Inglaterra, patria de la escuela comprensiva, hay una élite minoritaria, formada en colegios de pago, y una masa con un bajo nivel de cualificación. No es ese el modelo de toda Europa, aunque el utilitarismo, la crisis de las humanidades y la escuela-guardería sean tendencias muy extendidas en todo el mundo occidental.

Volvamos a la relación entre política general y educación. Es un debate imprescindible. Una buena parte de la educación está –o ha estado desde 1981- en manos de partidos nacionalistas o regionalistas que han utilizado la escuela para adoctrinar, crear opinión y trasladar su fantasiosa visión del mundo a toda la población. Por otro lado, tenemos una derecha a la que le interesa mantener los conciertos educativos y dejar a la escuela pública como elemento subsidiario de la enseñanza privada, su válvula de escape. Una derecha, cuyos cuadros han sido en su origen más meritocráticos que los nacionalistas, los socialistas o los de IU, que ha rechazado estética y visceralmente la LOGSE, pero a la que le ha venido muy bien el modelo generado por conciertos + comprensividad. En la otra orilla, una izquierda política y sindical en la que se han instalado la incompetencia y el clientelismo, unidos al dogmatismo de los que profesional e intelectualmente no podían hacer grandes cosas al margen de las estructuras pesebriles de la casta parasitaria. Y ese es un condicionante de la política profesional que no podemos olvidar. La lucha política ha favorecido la selección de los peores, de los que tenían menos escrúpulos, de los que se apuntaban a las estructuras organizativas para medrar al margen de los principios de mérito y capacidad, de los que han despreciado la cultura y el nivel porque no podrían justificar su estatus si a todos los popes se les pidiera que supieran leer y escribir.

No creo que haya habido ninguna ingeniería social en las reformas educativas. Puedo, por supuesto, estar equivocado. Mi opinión, por el contrario, es que unos ciegos y necios y otros jetas y aprovechados están muy cómodos en el sillón. No quieren ver el precipicio. Por eso no les importa seguir dando pasos adelante en la misma dirección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario