lunes, 20 de octubre de 2014

UNA IMAGEN QUE VALE MÁS QUE MIL PATADAS

Esta imagen vale más que mil patadas.



EL PAÍS del domingo 19 de octubre publica en su sección de Madrid una foto incómoda para los flamantes candidatos del PSOE a la alcaldía y a la Comunidad, una imagen que nos recuerda de dónde venimos y que esperemos que no influya demasiado en el camino al que nos podemos dirigir en estos tiempos convulsos y difíciles.

Pese a que el periódico global en español, que ya no es independiente de la mañana, ha intentado abundar en la idea de que la etiología del mal reside en la llegada del amigo de Aznar a la caja maldita, el artículo que ilustra la imagen no deja dudas sobre las responsabilidades compartidas de todos y todas, amén de darnos pistas cronológicas de cuándo se empezaron a joder las cosas, parafraseando la célebre frase de Mario Vargas Llosa.


Esta fotografía ya no es la mítica foto de la tortilla de los dirigentes del PSOE sevillano en los 70, una imagen naíf pese a su aire provinciano, en la que unos jóvenes, felices e indocumentados socialistas aparecen ingenuos y sonrientes en una instantánea que permite reconocer a una parte de lo que pocos años después sería la nomenclatura del poder sociata. Y que se convertirá con los años en un icono generacional que fue alimentando la leyenda urbana de los socialistas renovados que desde Suresnes se pusieron al frente de la nave en empresas victoriosas, antes de que murieran de éxito. Esa foto de la España en blanco y negro, cuando todavía no había llegado la tele en color, que permaneció en la memoria gráfica de los socialistas “renovados” del interior de un país que se intentaba quitar el pelo de la dehesa, nos muestra la naturalidad de unos ciudadanos de a pie que no mucho más tarde dirigirían el país. Nada más democrático, por mucho que al profesor Tierno Galván ese aspecto aplebeyado del grupo vestido con vaqueros y pantalones de campana, preludio de las primeras chaquetillas de pana, le llevara a denostarlos entre envidioso y altivo con el clasista y despectivo epíteto de Los Botejara.


                      Tal como éramos, Spanish way.Nosotros los de entonces ya no somos los mismos.



La foto de EL PAÍS de hoy ya no se ubica en un paisaje campestre de excursión dominguera protagonizada por unos mozuelos que sólo disponen del dinero de bolsillo para un ocio austero y nada consumista. El escenario de la nefasta imagen, ya en color, en las antesalas del poder económico, y que esperemos que no traiga cola, nos presenta a unos personajes trajeados y encorbatados, en un salón que quizá sea un despacho oficial, pero que podría perfectamente tratarse de una suite impersonal y aséptica de uno de esos hoteles que se pagan con tarjetas black, donde unas lámparas de luz indirecta y una decoración burguesa, neutra y anodina transmiten una sensación de sosiego y confort, la propia de las personas ya acomodadas, de los que han llegado a ser algo en la vida o de quienes están muy próximos a conseguirlo.

Vemos silentes a un meditabundo Carmona, algo más joven y más delgado, sentado cerca de un Ignacio González relajado y en una postura de quietud monacal y ascética, que sabemos falsa por su infame trayectoria, con su ya clásica sonrisa cínica, algo más contenida. Los dos personajes sedentes no se hablan, parecen sólo yuxtapuestos por exigencias del guión. De pie, apenas percibimos la mirada estrábica y vivaracha de una Esperanza Aguirre de perfil departiendo con un Tomás Gómez aún menos pulido que hoy, con su estridente patilla cateta de poligonero que sale de marcha y al que has afeitado y repeinado y le has puesto el traje de los domingos que no sabe vestir y que no le termina de sentar bien, atuendo que no refuerza la credibilidad ni el decoro del personaje. Es claramente el portavoz socialista en la Asamblea la persona que menos pega en el decorado, alguien a quien si no supiéramos qué cargo ostenta, la seguridad le pediría la acreditación para comprobar si es un intruso que se ha colado sin invitación o un invitado a una boda que se ha equivocado de hotel.

No está claro si será la mala baba o sólo la oportunidad periodística de una coincidencia curiosa aunque fatal, pero la asociación que supone ver juntos a estos cuatro políticos madrileños en días como estos es un torpedo en la línea de flotación en el discurso regeneracionista que pretende quebrar el hastío ciudadano ante el enésimo escándalo y anhela ser un contrapeso al discurso antisistema de los chicos de Podemos. Pues la foto en la que aparecen los dos candidatos del PSM reunidos con Aguirre y González hablando de CajaMadrid no favorece en nada ni a Antonio Carmona ni a Tomás Gómez, por mucho que estos dos últimos no estén en la nómina indigna de las tarjetas opacas y sus nombres no hayan sido manchados por la deshonra.

La instantánea inmortaliza a los hoy candidatos a las más altas magistraturas de la región madrileña departiendo amigablemente con sus homólogos del PP para hablar de la que con el tiempo se convertiría en el símbolo más palpable de la corrupción y el despilfarro prosaico que a través del desglose de gastos de las tarjetas ignominiosas nos proporciona todo un tratado de sociología de la vida cotidiana de la clase política, sindical y empresarial. Deja al desnudo la vida íntima de los dineros trincados con más obscenidad. La erótica del poder convertida en un relato de porno duro aunque cutrón y carpetovetónico. Del pícaro del hambre, pasando a los Carpantas devenidos en nuevos ricos que viven con desenfreno e hipérbole su desmedida codicia. La escena del diván no puede arrojar una imagen más demoledora de aquellos años de vino y rosas, de dispendio impune en una caja pública que luego sería intervenida con cargo a los sufrimientos y los recortes del pueblo llano, inocente pagano de tan desacreditada villanía.

Esta imagen vale más de mil patadas, aunque sus efectos son variables e imprevisibles. Depende de cómo se lea. Si la vendemos como “Carmona y Gómez se oponen a los planes perversos de Aguirre y González”, podemos afirmar, que aunque educados y bien vestidos, los dirigentes socialistas iban a luchar contra los abusos de la oligarquía. No en manifestaciones callejeras ni en asambleas perrofláuticas, con buenos modales y mesura, pero lo que hacían allí los hoy candidatos era luchar contra la derechona que iba al asalto de las cajas de ahorros para ponerlas al servicio del gran capital. Y a defender una banca pública, honesta, saneada, bien gestionada.

Pero la gente puede leer la imagen de otra manera. Todo depende del pie de foto que se le ponga. De forma muy neutra EL PAÍS dice: Ignacio González, Antonio Miguel Carmona, Tomás Gómez, Esperanza Aguirre y Antonio Beteta en 2009 durante una reunión en la que analizaron la situación de Caja Madrid.

Quedémonos con lo esencial. La foto relaciona a los dos candidatos del PSOE madrileño con dos destacados líderes del PP con la situación de CajaMadrid.

Pero, ¿cómo interpretarán los lectores de EL PAÍS la imagen? Se me ocurren algunas posibilidades malvadas, que no favorecerían demasiado las expectativas electorales de los dos candidatos socialistas.

Juntos podemos.
Dios los cría y la caja los junta.
Las amistades peligrosas de Tomás Gómez y Antonio Carmona.
Los candidatos cuando eran cándidos.
Los políticos de la casta hablan de la pasta.
De Madrid al cielo pasando por CajaMadrid.

Y estoy seguro de que si leemos en los foros, los tweets y los comentarios de las redes sociales, las frases lapidarias con las que se va a interpretar esta imagen pueden ser aún más malvadas y demoledoras. El ingenio español es enorme y la mala leche lo agudiza de manera fatal, mortífera, por mucho que nos queramos desmarcar de las fechorías que hicieron tantos y tantos representantes de una clase política vividora y que se desprestigia cada día más y más.

La sombra del pasado inmediato de los representantes de partidos, sindicatos y empresarios, en el que por supuesto no todos son culpables, o al menos igual de culpables, es demasiado alargada. Por eso, imágenes como la que ilustra un capítulo más del caso CajaMadrid en los reportajes de la prensa liberal pueden causar un daño notable y ahondar aún más la desafección hacia los flamantes candidatos proclamados en unas primarias a las que concurren en solitario. Son fuego amigo. Pero fuego. Ojalá esta foto no impresione demasiado a los electores, pase desapercibida y no se convierta en un icono inoportuno de la campaña electoral y autonómica.

2 comentarios:

  1. Y sin embargo, Mariano, a pesar de esta trayectoria tan lamentable, de los bandazos de los últimos diez años, del zapaterismo y otras enormidades que seguramente olvido, dadas las perrerías, las chorizadas y los ataques a la democracia que ha cometido el PP, el PSOE tendría ahora una buena ocasión de renacer, sobre todo, en Madrid, pero, claro, si se dedican a intrigar, a perder el tiempo y a poner a gente como Sánchez...

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  2. Pues al poner a Tomás Gómez, que fue uno de los artífices del pacto para colocar a Rato en CajaMadrid lo que hacen es pedir a gritos que voten a Podemos. Por no hablar del fiasco de las primarias, saboteadas desde arriba con un reglamento absurdo que exige porcentajes de avales imposibles para que sólo puedan presentarse candidatos oficiales. Nos quejaremos del incendio después de haber estado tanto tiempo jugando con fuego.

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