miércoles, 25 de enero de 2012

EL MATRIMONIO CIVIL SIGUE SIENDO UN PECADO

BLÁZQUEZ, EL DIALOGANTE Y OTRAS PERLAS EPISCOPALES
Increíble intolerancia la que ha mostrado el tal Blázquez, hoy obispo de Valladolid, quien pone en cuestión que una mujer casada por lo civil (para más señas vicepresidente del gobierno) pueda pronunciar el pregón de la semana santa en su ciudad natal. En este enlace se pueden ver más detalles. Hasta los prelados más apacibles y de apariencia más liviana, como él, que tan aplacado estaba frente al nacionalismo tras su llegada como foráneo “outsider” vilipendiado por los apologetas de la pureza de sangre, demuestran que la jerarquía eclesiástica no acepta la existencia de otras formas de vida ni de otras opciones que la suya. Hace años que estas reliquias vivientes hacen su labor pastoral al margen de los tiempos –negándose a dar la comunión a los divorciados, por ejemplo- y mostrando su intransigencia para con los demás. Y hechos como éste nos lo recuerdan por si se nos había olvidado. Siguen soñando con un modelo de sociedad uniforme y totalitario, con una moral única, el dogma que ellos profesan, que no admite otra forma de ser ni de pensar ni de existir. Viven cada vez más fuera de la realidad social del país, más encerrados en su mundo retrógrado y oscurantista. Como ha hecho recientemente el obispo de Córdoba con unas ridículas declaraciones que ponen de manifiesto –una vez más- la obsesión sexual de la iglesia y evidencian su indiferencia ante el ridículo esperpéntico que convierte a los mitrados en bufones. No ya quien no crea -¿dónde está para los prelados la libertad de conciencia?-, sino simplemente quien haya faltado alguna vez a alguno de sus ritos, no merece dar un pregón. Menos mal que ya no pueden quemar a nadie en la hoguera. Porque si de ellos dependiera, tendríamos la orden del pusilánime y blandengue Blázquez llevando al fuego purificador a la vicepresidente de un gobierno que, entre otras cosas, les da de comer y les mantiene con el presupuesto pagado por todos los contribuyentes, sean cuales sean sus creencias, sus adhesiones o su confesión religiosa, hechos libres de la vida privada de cada cual en los que tendrían que dejar de entrar estos representantes de un poder no temporal, tan silenciosos ante otros asuntos que les debieran escandalizar más si se guiaran por una visión menos sectaria y excluyente del evangelio. Por si esto fuera poco, ahora sale el arzobispo de Tarragona con unos símiles grotescos, misóginos e innecesariamente faltones que justifican la exclusión de la mujer del sacerdocio. Estos ilustres prelados están convirtiendo en certero y pintiparado el dicho popular de que “a un burro le hicieron obispo y dijo mu”.

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