martes, 19 de marzo de 2013

DESACREDITANDO A LOS DOCENTES

Desacreditando a los maestros (I)





  En la foto, Lucía Figar con su marido Luis Aragoneses, asesor de Aznar, diputado que no se estresa y valedor desde muy joven de la brillante y meritoria Consejera de Educación de Madrid.


- ¿Qué viene el maestro Falla? -¿Maestros? Todos rojos. Se atribuye esta anécdota en plena guerra civil a una visita hecha por el maestro de la música Manuel de Falla, quien era, por cierto de ideas no muy próximas a las republicanas.


 Hoy, en peperolandia podríamos imaginarnos la escena: - Señora consejera, quiere verla un grupo de maestros. - ¿Maestros? Todos rojos y, además, burros.


 El estupor causado por la filtración de unas pruebas en las que determinados aspirantes a maestros de la Comunidad de Madrid respondían múltiples disparates en unas oposiciones celebradas en 2011 ha dado lugar a un lógico revuelo que viene a plantear dudas sobre la idoneidad de un sistema educativo de hecho intocable desde que se puso en marcha, con la LOGSE primero y después con la LOE, Bolonia y otros dislates. Una degradación imparable de la escuela en España que unos no quieren reconocer y otros, amén de no hacer nada para evitarla, la utilizan en beneficio propio aviesamente.


 Por un lado, es obvio que la Consejería de Educación de la Comunidad ha utilizado el episodio (retardado mediáticamente y dosificado para que la munición lograra su impacto en el momento oportuno) a fin de continuar con su labor de acoso y derribo contra un colectivo al que no ha hecho más que agraviar y erosionar desde que inició su lamentable mandato al frente de la política escolar madrileña.


 De hecho, la administración educativa regional ha instrumentalizado esos bochornosos exámenes con un fin muy preciso y perverso: justificar el cambio unilateral del baremo para la contratación del profesorado interino, de forma que pueda justificar una política de personal de relevo y desvalorización de los docentes más antiguos. Para lo cual el componente esencial de los méritos para ser profesorado interino serían las calificaciones de la oposición: de este modo se ahorraría los complementos de antigüedad que tantos años les ha costado conseguir cobrar a los profesores contratados.


 Los comentarios despectivos, en la línea de combate de las más aguerridas y facciosas tertulias de agitación, insulto y discordia civil, pretenden demonizar a una parte de los docentes madrileños, como han hecho con los médicos, los funcionarios ¡hasta con los parados!, -que hay que ser miserables- son una manifestación muy preocupante de que esta derecha que ya no tiene complejos ni límites puede llegar a dar un golpe de Estado de hecho, saltarse el espíritu de la Constitución de 1978 y cambiar el modelo de sociedad hasta un esquema retrógrado peor incluso que la Inglaterra de Thatcher o la América de Reagan. 


Que una clase política constituida en el clientelismo, la cooptación y la endogamia ponga en duda la preparación y capacidad de los profesionales del sector público lógicamente irrita. ¿Qué oposición ha hecho Lucía Figar, que ha pasado de enchufe en enchufe sin demostrar la más mínima cualificación?


En la práctica la señora consejera es una genuina representante de esa España de los pepiños, que no han tenido ninguna dedicación retribuida antes de acceder  a la res pública, sin tener un solo año de experiencia profesional que no sea otra cosa que los aparatos, el nombramiento a dedo y unas prebendas inalcanzables para la mayoría de los habitantes de un país empobrecido y arrasado por una casta dirigente manifiestamente mejorable.


Por no hablar de su mentora, la dañina Esperanza Aguirre, que accedió a su primer cargo con una exhibición pública de su ignorancia (pensando que Saramago era un nombre de mujer: Sara Mago; ignorando quién era Javier Tomeo, los títulos de las películas españolas del momento, etc…) No deja de ser curioso que la Consejería de Educación cargue contra la preparación de quienes se han sometido a unas oposiciones públicas y nada diga de los criterios de selección que se dan en la enseñanza concertada para llegar a ser docente, criterios bien opacos y discrecionales, por cierto.


 Por otro lado, como no podía ser de otra forma, ha sonado la alarma respecto de la preparación de los maestros, pues las muestras de las respuestas en las mencionadas oposiciones de 2011 son realmente alarmantes. Los medios se han hecho eco de los calamitosos exámenes con las más diversas interpretaciones. Desde las cartas al director que denuncian la campaña malintencionada de la administración educativa madrileña. Hasta los más entusiastas de la Consejería que en Libertad Digital quieren echar leña al fuego, arrimando el ascua a su sardina política. No faltan los comentarios del psicopedagogo de guardia, que en Público da la vuelta a los hechos y trata de deslegitimar cualquier sistema de evaluación de los docentes que no se atenga a las consignas de la secta pedagógica.



Figar ante el cese de Aguirre: las víboras también lloran. Podría pensar en el sufrimiento que ha infligido a los docentes de Madrid. 


Otros medios, como Vozpópuli, El diario, EL PAÍS, El Semanal, El Confidencial Digital y Estrella Digital dedican un cierto espacio e interés a comentar la noticia, fabricada por el aparato agitprop del PP madrileño, aunque basándose en hechos tristemente ciertos. Pero más allá de la estrategia comunicativa del ruido y de la manipulación política se impone una reflexión sobre la cruda realidad de la educación, independientemente de las campañas contra los docentes que con tan mala fe han emprendido algunos y del agitprop de la carcundia más indecente que quiere destruir y arrasar todo lo público.

 
Cómo ven el futuro nuestros actuales alumnos unversitarios 

 Los eslóganes propagandísticos respecto de la “generación más preparada de la historia de España” no hacen sino ocultar el fracaso de las reformas educativas que se perpetraron a principios de la década de los noventa y cuyos resultados nada exitosos no han hecho más que ponerse de manifiesto cada vez que alguien se ha puesto a evaluar en serio y con honradez intelectual el páramo en el que se ha convertido el sistema educativo español. Así lo señala la carta de mi amigo y colega Pablo López en EL PAÍS.

 

La Consejera con una cruz a cuestas, seguramente la que quiera imponer con más fondos para los colegios confesionales. Nada comparado con la que llevamos los demás.

 Es urgente que la sociedad tome conciencia de la degradación de los estudios universitarios de los futuros maestros. ¿Es que a nadie le preocupa en qué consiste en la actualidad la carrera de magisterio? Si alguien se molesta en echar un vistazo al plan de estudios, comprobará que pese a haber pasado a ser un grado universitario, lo más importante para ser un profesional de la enseñanza primaria es la pedagogía, la psicología y demás disciplinas afines. Poca chicha, pocos conocimientos. Si a eso añadimos que los alumnos proceden de un bachillerato tan empobrecido como el de la LOGSE, no se extrañará de que nos llevemos las manos a la cabeza al comprobar el nivel de degradación al que han llegado las cosas.

Esperanza Aguirre ya se granjeó las simpatías de la comunidad educativa desde que empezó a agredir con saña al colectivo docente.

 Podemos añadir que, además, los sistemas de selección de los futuros maestros privilegian igualmente los “proyectos educativos” y las programaciones didácticas, en detrimento de la comprobación de los conocimientos que los futuros profesores tendrán que lograr que sus alumnos adquieran. Los problemas referidos aquí son muy complejos y requerirían un análisis más detallado. Pero en conclusión, en España es hoy más necesario que nunca un debate sobre la educación: el constatado fracaso de la pedagogía LOGSE, la formación y selección de los futuros profesores y la educación que queremos para las generaciones venideras. Mucho nos tememos que entre el ruido de los medios y los aparatos de propaganda, la sordera del búnker pedagógico y una cierta inercia entre el profesorado y la sociedad, más preocupados de otras urgencias, ese debate seguirá sin llegar.