miércoles, 14 de julio de 2010

EL CACHONDEO DEL FRAUDE FISCAL



El fraude fiscal es uno de los máximos problemas estructurales de España, pues hace que las cargas del gasto público descansen sobre los hombros de los asalariados. Y, además, los fondos que no se ingresan podrían compensar el déficit público. Podemos constatar la extrañeza que nos produce ver la diferencia entre lo que declaran los trabajadores por cuenta ajena y los empresarios. Esta noticia pone de manifiesto una comparación escandalosa. ¿Cómo se explica que los ingresos del empleado medio no alcancen a comprarse un BMW último modelo o a cenar en un restaurante de lujo? Algo no cuadra. Y esta es una de las revoluciones pendientes más importantes que tenemos y que sólo se tomó realmente en serio José Borrell cuando era secretario de Estado de Hacienda. Por este motivo, el poco convincente artículo del director de la Agencia Tributaria en EL PAÍS no hace albergar demasiadas esperanzas de que este asunto se vaya a encauzar. Dos tesis del máximo responsable de la recaudación pública: el fraude no ha aumentado con la crisis y la solución de este problema depende de la concienciación. Como si fuera igual que la prudencia de los conductores para reducir los accidentes de tráfico. Con planteamientos así, ya sabemos lo que va a pasar con el fraude fiscal, que la vida seguirá igual, se escaparán los que siempre lo han hecho, pagarán los que siempre han pagado y los recortes derivados de la merma de ingresos los sufrirán los eslabones más indefensos.

¿DESPEDIR A LOS FUNCIONARIOS IMPRODUCTIVOS?




El diario ABC continúa su campaña contra los empleados públicos manipulando una propuesta de la CEOE, pues da a entender que la patronal propone el despido de los “funcionarios improductivos”. La veda que se abrió con el tijeretazo sigue abierta.

Como se puede ver, no cesan los ataques indiscriminados contra los servidores públicos. Muchos de ellos tendrían que empezar a retar a todos los calumniadores a que señalaran cuáles de sus obligaciones están incumpliendo y a pedirles explicaciones de con qué derecho difaman de forma genérica a todo un colectivo.

Algo habría que decir sobre la improductividad de las administraciones públicas. Estas hacen lo que les mandan los políticos, que son quienes marcan las prioridades. En la selección de personal cada vez se emplea más el dedo arbitrario que los principios de mérito y capacidad. El trabajo de los empleados públicos lo controlan y lo organizan los altos cargos, designados por el gobierno, que es el que dirige la Administración, tal y como indica nuestro texto constitucional. No se pueden admitir generalizaciones sobre la “improductividad” de los funcionarios, máxime si vienen de una institución como la CEOE, que es financiada en parte por el dinero del contribuyente y cuya presidencia no es exactamente un modelo de ortodoxia en la gestión empresarial.

El titular de ABC redunda en los mismos planteamientos de quienes desean reducir a la nada todo lo público, como panacea universal. En última instancia, para lo que sirven todas estas campañas es para justificar el desmantelamiento o la jibarización de los servicios públicos, ningunear el interés general y barrer para casa de forma absolutamente descarada.

sábado, 10 de julio de 2010

El incumplimiento de la ley en las Comunidades Autónomas

Produce cierto escándalo que algunas comunidades gobernadas por el PP se estén planteando no cumplir, obstruir o dificultar la puesta en práctica de una ley promulgada por las Cortes Generales: la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Tienen razón los que dicen que esa norma es de obligado cumplimiento en toda España. Y que ya se produjo el precedente de la ley del tabaco, que la Comunidad de Madrid descafeinó a propósito, creando un espacio legislativo propio que ignora de forma descarada las competencias que el Estado tiene sobre la materia.
El hecho, por supuesto, reviste una notable gravedad, porque implica, de hecho, una rebeldía legislativa por parte de una administración territorial que se niega a llevar a la práctica disposiciones legales de ámbito estatal.
Lo que no se ha comentado al respecto es que este incumplimiento flagrante se viene produciendo en otras comunidades sin que haya pasado nada. La legislación lingüística de muchas comunidades, y no sólo de las “históricas” gobernadas durante décadas por partidos nacionalistas, es un ejemplo de transgresión deliberada de los derechos y obligaciones derivados del artículo 3º de la Constitución. Sin que apenas nadie se haya llevado las manos a la cabeza. Al contrario, cuando se ha esgrimido que las “normalizaciones” lingüísticas llevadas a cabo por ciertos gobiernos autonómicos vulneran flagrantemente derechos constitucionales, se ha arremetido contra los agraviados y los críticos de forma inmisericorde. Por no hablar de las representaciones internacionales de entes administrativos que no tienen competencias y atribuciones en la materia.
Por tanto, el problema de la no aplicación de normas de carácter estatal, legislación vigente de obligado cumplimiento, es un asunto ya antiguo en nuestro Estado de las Autonomías que no ha sido atajado por los poderes públicos con la suficiente consistencia y resolución.
Lo que se proponen hacer algunos gobiernos autonómicos gobernados por el PP es sencillamente inadmisible en un Estado de Derecho, tenga cada uno la legítima opinión que tenga sobre el fondo de la citada norma. Pero es lo que lleva pasando en España durante décadas de forma impune no sólo sin que nadie se rasgue las vestiduras, sino con la justificación del desafuero y la descalificación de quienes han osado criticar la ilegalidad consciente.
O el Estado empieza a asumir su autoridad para evitar el continuo desafío de los poderes autonómicos cuando las leyes estatales no le complacen, y lo hace de manera generalizada, o caminaremos por la senda confederal, claramente inconstitucional, porque se convertirá en una práctica generalizada el abuso de las comunidades autónomas en la ampliación, por la vía de los hechos consumados, del marco legal establecido. Con la consiguiente merma del principio de legalidad y de las garantías legales de los ciudadanos que viven en los territorios donde sus reyes de taifas se han extralimitado.

viernes, 9 de julio de 2010

EL NUEVO PROFESOR (II). Máster de Formación del Profesorado.

Antecedentes
Desde la promulgación de ley de Educación de 1970 se ha discutido mucho en España sobre cuál debería ser la formación inicial del profesorado, con la aviesa intención de extender la pedagogía de la secta en cuantos más rincones del sistema educativo, mejor.

La conversión de las Escuelas de Magisterio en Centros de Pedagogía
En los estudios de Magisterio, desde la llegada de los “expertos” al MEC de la mano de los tecnócratas opusdeístas, ha habido una tendencia a vaciar de contenido “academicista” la carrera para dar un mayor peso a todas las ramas de la pedagogía oficial, al tiempo que las didácticas específicas han ido también ganando peso en detrimento de las ciencias puras o los “fundamentos” de dichas materias, que han pasado a ser casi residuales. En otra entrada habrá que hablar del Grado de Magisterio en la universidad a la boloñesa, pues es muy importante que el mundo educativo tenga noticia de lo que están estudiando y no estudiando los futuros maestros.

El CAP
En las enseñanzas medias se introdujo desde la citada ley Villar Palasí el célebre y recién fenecido CAP, curso cuya justificación partía del supuesto de que los profesores de instituto tenían una base científica adecuada con lo que habían estudiado en sus carreras universitarias, pero carecían de la preparación “pedagógica” para el desempeño de su labor. Por eso se encomendó a los ICE (Institutos de Ciencias de la Educación) la tarea de complementar la formación de los aspirantes a docentes de enseñanzas medias con un curso intensivo de didáctica general al que se añadía una didáctica específica, impartida en sus primeros años por especialistas en activo y después por profesores de la Facultad de Educación. A estas dos fases se le sumaban unas prácticas que tenían lugar en un instituto.

El CAP fue criticado por tirios y troyanos, pero por razones muy diversas. Muchos que entonces preparábamos oposiciones y acábabamos de salir de la universidad, teníamos que hacer frente a un extenso temario y a unos ejercicios prácticos que te obligaban a estudiar a tope, dadas las carencias y lagunas de la carrera y veíamos con poca simpatía que te contaran que para ser profesor no era importante saber mucho, sino saber enseñar y que te endosaran todos sus esquemas de programaciones burocráticas y su jerga inútil. Recuerdo la contestación que entre los estudiantes del CAP se produjo a las consignas pedagógicas. Siempre nos pareció un peaje que había que pagar a “teóricos” que nunca habían dado clase un instituto y que hacían apología del método por encima del conocimiento, cuando no del analfabetismo más indisimulado.

Otros sufridores del CAP han denostado su degradación en determinadas universidades, donde ya no se impartía clase, pero se pagaba la tasa, era obligatorio asistir a unas tutorías y luego se respondía a un examen tipo test (de selección múltiple; a, b, c, d) sobre unos libros de doctrina pedagógica cuya lectura se recomienda para comprobar hasta dónde llegaba el dogmatismo, el alejamiento de la realidad y el puro nominalismo autista en el que vivían instalados los pedagogo-burócratas del ICE que redactaban tan inenarrables manuales.

Sin embargo, un grupo de críticas al CAP de muy diferente calado provenían del “establishment” educativo, quien reconocía que tal como estaba funcionando y no formaba a los aspirantes a profesores. ¿Por qué? Porque era muy corto y porque las prácticas no estaban tutorizadas. Además, se cuestionaba que sólo fuera obligatoria esa “formación pedagógica” para los docentes de BUP y COU (luego ESO y Bachillerito) y no para los de FP o Régimen Especial. Es decir, se quería que fuera una catequesis completa y no un mero cursillo prematrimonial.

Lo cierto es que el CAP terminó convirtiéndose en un trámite muy desacreditado, un peaje a los pedagogos, unas horcas caudinas no exentas de cachondeo por las que había que pasar para presentarse a la oposición. Algo así como las extintas pólizas que era obligatorio comprar y pegar para tramitar ciertos expedientes administrativos tiempo ha, herencia de la administración decimonónica.

No gustaba a nadie: a los “academicistas” porque se preguntaban: ¿quién ha aprendido a enseñar o a ser profesor en el CAP? Ja, ja, ja… A los otros, por motivos bien distintos: no había el suficiente adoctrinamiento pedagógico ni ganaban las suficientes horas lectivas en las facultades los adictos a la secta, ejército que debe engordarse para que el apostolado seglar sea más eficaz y su poder siga aumentando.

El advenimiento del Máster
Y en esto se produjo una conjunción interplanetaria entre dos fenómenos fantásticos: las previsiones de la LOE de contar con un nuevo título de especialización didáctica y la llegada de Bolonia a las universidades españolas. De esa coyunda salió una criatura que ha empezado a hacer sus pinitos este curso académico 2009-2010: el Máster de Formación del Profesorado de Secundaria, MFPS para los amigos.

La llegada del Máster no ha estado exenta de polémica, de la que podemos seleccionar algunas lecturas interesantes. El Manifiesto de la Facultad de Filosofía de la UCM pone de relieve muchos de los problemas que genera el MFPS en el mundo universitario y en la formación de profesores. El magnífico artículo del catedrático de Derecho Andrés de la Oliva La estafa de enseñar a enseñar analiza lo que ha representado el CAP y las amenazas del nuevo Máster. Pueden consultarse otros artículos de Andrés de la Oliva sobre enseñanza y universidad, dignos de lectura. Y también, si a alguien le queda paciencia, que acuda a las réplicas de los pedagogos sobre la cuestión.

Qué es el MFPS ¿Cómo se estructura el Máster?

El MFPS está regulado por diversas normas básicas de diferente rango legal, comunes a toda España. En este asunto el gobierno no ha querido dejar en manos de las CCAA un asunto de tan vital importancia para los que parten el bacalao en asuntos educativos.

Estructuralmente, el Máster consta de un cuatrimestre teórico y otro práctico. En realidad, el alumno viene a pagar por este postgrado casi el doble de lo que costaba la matrícula de un quinto de carrera por la mitad de la carga lectiva. El pagar más por menos horas reales de clase es una constante en la enseñanza a la boloñesa, en la que muchos de los periodos lectivos computados son “no presenciales”. A la hora de buscar cuánto cuesta hacer este Máster, vamos a encontrarnos con una gran opacidad informativa para encontrar los precios. En 2009-2010, en la Comunidad de Madrid, si tenemos en cuenta que el MFPS consta de 60 créditos y que el precio público es a 24,2€ el crédito en los másteres no experimentales, se obtienen unas tasas académicas de 1.452€ por lo que de hecho es un cuatrimestre lectivo. Y unas prácticas no sólo no remuneradas, sino por las que el estudiante tiene que pagar.

Como ya sabemos, el MFPS se dirige a licenciados universitarios y graduados y se divide en tres módulos:

1. Genérico: común a todas las especialidades. Se centra en el carácter del alumnado, centros y currículo, las relaciones sociales, familia y educación,…
2. Específico: basado en la enseñanza y aprendizaje de cada materia.
3. Práctico: consiste en aproximadamente dos o tres meses de prácticas en un Instituto de Secundaria, tutelado por un profesor experto en la materia.

¿Qué se estudia en ese Máster? Pues hay una serie de asignaturas comunes para todas las especialidades (Formación de Profesores de Física, Historia, Matemáticas, Filosofía…). Estas materias son Psicología, Sociología de la Educación y Pedagogía. Luego están las didácticas específicas. Tras estos dos bloques teóricos, los masterandos tienen que hacer unas prácticas cuatrimestrales en un centro educativo y presentar un Trabajo de Fin de Máster que englobe los conocimientos teóricos y prácticos aprendidos durante el curso.

El programa está formado en total por 60 ECTS (sistema europeo de transferencia y acumulación de créditos). Estos créditos se distribuirán en siete actividades formativas: formación disciplinaria, aprendizaje y enseñanza de las materias de la especialidad y afines, aprendizaje y desarrollo de la personalidad (12 a 18 años), procesos y contextos educativos, sociedad, familia y educación, innovación docente e iniciación a la investigación educativa y, por último, el “Practicum” unido a un trabajo fin de Máster

El semestre (de hecho, cuatrimestre) teórico consta de tres patas:

1. Asignaturas de psicología (Procesos y contextos educativos) pedagogía (Aprendizaje y desarrollo de la personalidad) y sociología (Sociedad, familia y educación).
2. Asignaturas de didáctica específica y de pedagogía relacionadas con la especialidad (Bases para la innovación y la investigación en la especialidad x)
3. Complementos de formación, de carácter más académico.

Las asignaturas del Bloque 1 son comunes para todas las especialidades.

Una de las asignaturas obligatorias de la didáctica específica se titula “Bases para la intervención e innovación docente en ´x´”. ´X´ puede ser filosofía, inglés, física o cualquier especialidad que se enseñe en el sistema educativo.

¿Qué Facultad imparte el Máster? Eso ya lo deciden las propias universidades. En los enlaces anteriores vemos una muestra de la polémica y el pulso entre la Facultad de Educación y las llamadas facultades de referencia (Filosofía, Químicas, Biología, etc.) por ver en qué centro educativo se impartiría el MFPS. Al final, en la Complutense de Madrid todo ha quedado en tablas, porque las materias del grupo 1 las imparten psicosociopedagogos, las del grupo 2 profesores de la Facultad de Educación y las del grupo 3 docentes de las llamadas facultades de referencia. Es patente, sin embargo, que la Facultad de Educación va asumiendo cada vez más protagonismo en el Máster en su gestión y que su voluntad es hacerse con el control de todo el Máster.

Esta última vinculación es esencialmente peligrosa, pues ya sabemos lo que significa integrar la formación de los futuros profesores de instituto y asimilados en la Facultad de Educación. Por eso, uno de los aciertos diferenciales del Manifiesto de Ricardo Moreno Castillo difundido por SPES, tan alicorto en alguno de sus planteamientos, es reivindicar la desvinculación del Máster de Formación del Profesorado de las Facultades de Educación e integrarlo en las facultades de referencia.

También es muy discutible que el Máster deba tener esta inserción obligatoria de psicosociopedagogía, pero no sea un requisito indispensable que para el acceso a una especialidad determinada sea haber cursado la licenciatura o el grado correspondiente. No es indispensable para matricularse en el MFPS de Lengua haber cursado Filología, ni para ser profesor de Geografía e Historia ninguna de las carreras vinculadas a tal asignatura; es potestativo de la autonomía universitaria decidir con qué otra titulación y en qué condiciones pueden acceder los estudiantes que no tengan el título de referencia al MFPS. De esta forma, queda clara cuál es la escala de valores y dónde están las prioridades.

Pero habría que pedir más. No tendría que ser un requisito para ser profesor el haber pasado por un Máster de ese tipo si queremos que sobrevivan lo que ahora son ciertas licenciaturas. E incluso habría que ir más lejos, exigiendo lo que propuso David López Sandoval en un comentario a la entrada precedente: que a los futuros profesores se les pida un máster en investigación en lugar de un máster en didáctica. La posición del MEC va en la línea, por supuesto, de apoyar todas las exigencias de los pedagogos al respecto y de ignorar las reivindicaciones del resto del profesorado universitario y no universitario sobre el particular.

Cómo el MFPS degrada otros másteres de ciencias, artes y humanidades
Hay que tener en cuenta que hasta 2013 no habrá en España graduados a la boloñesa. Los que han cursado el MFPS este año y los que lo hagan en los sucesivos cursos serán todavía licenciados. Y entonces, en 2013, como para opositar a profesor es obligatorio cursar este Máster, si no cambian la LOE y sus normas de desarrollo, en un futuro es previsible que cuando los alumnos terminen los nuevos grados en ciencias, artes o humanidades, muchos estudiantes que no quieran quedarse fuera del mercado de trabajo, no tengan más remedio que hacer el MFPS y se queden casi sin alumnos muchos másteres con un futuro profesional incierto. El asunto es muy grave. Uno de los problemas de este Máster, pues, es el daño mortífero que hace a otros estudios de postgrado, a los que el MEC corta las alas limitando sus “salidas”.

Uno de los efectos secundarios del invento es cómo deja a los demás títulos posteriores al grado de Ciencias, Humanidades y Artes, pues al no servir para acceder a la función pública docente más título que el MFPS, es posible que haya muchos másteres inviables si no llegan al número mínimo de estudiantes necesario. Amén del agravio de que un gradudado que se forme en profundidad en Física o Filosofía no pueda ser profesor y otro que se forme en Didáctica, sí. Bolonia también va a recortar carreras y estudios con pocos alumnos, lo cual tendría su lógica, aunque no haciéndolo de esta manera.

Balance del primer año del MFPS

No disponemos de suficientes datos para hacer un análisis riguroso y exhaustivo de los resultados de este curso. Nuestro análisis es necesariamente provisional y parcial, al disponer sólo de datos directos de una universidad. Otra cosa es una valoración del diseño general del Máster y del concepto de formación del profesorado que éste implica.

Parece que el Máster no satisface a nadie por completo, porque no se han conseguido unas prácticas muy diferentes de las que ya se daban en el CAP, porque ha habido muchísimos problemas de gestión y coordinación y porque no ha terminado aún la lucha por su control entre las fuerzas en litigio. De hecho, la Comunidad de Madrid no retribuye de ninguna manera (ni con puntos ni con incentivos) a los profesores de instituto que ejercen de tutores de prácticas. Y el Prácticum depende, pues, de la buena voluntad de los que colaboran. Por otro lado, la coordinación del Prácticum ha corrido a cargo del antiguo ICE (que era el que impartía el CAP), lo que puede darnos una idea de con qué criterios se concibe y evalúa el la práctica docente como proceso de aprendizaje.

Es preciso subrayar que si el diseño general del MFPS lo hace el MEC, su gestión depende de las distintas universidades.

Y es aquí donde aparecen varios conflictos: qué centros o qué profesores lo imparten, qué facultad o facultades lo controlan, etc. De ahí que en la prensa hayan aparecido artículos y comentarios que expresaban la inquietud y la insatisfacción con los que el nuevo título ha sido recibido en las universidades madrileñas. Pero no nos engañemos, con el malestar con la gestión del primer año de Máster no se está planteando casi nunca una crítica al diseño de la LOE y sus normas de desarrollo, sino que se manifiesta una polémica similar a la que tuvo el CAP.

En este primer año en la UCM la afluencia de alumnos ha sido menor de lo esperada, por lo que se ha abierto la matrícula en las distintas especialidades del MFPS a titulados que no han cursado la licenciatura correspondiente, tendencia que se da en otras universidades de España. Por ejemplo, se ha admitido para el MFPS de Lengua y Literatura a alumnos procedentes de Ciencias de la Información. Es decir, que un licenciado o graduado en una especialidad “x”, con un Máster plagado de didáctica, sí puede ser profesor de la especialidad “y”. Pero un titulado en la especialidad “y” no puede dar clase de “y” si no tiene la insustituible “formación didáctica”, aunque tenga un magnífico currículum en su especialidad.

Los aspectos organizativos, como ya hemos visto, han sido muy criticados. Ya se sabe, es el primer año, la excusa fácil para no hacer frente a las opiniones adversas. Pero lo más destacable, con todo, es el diseño estructural, común a toda España, que está viciado en origen. A título de ejemplo podemos comprobar, navegando por la web de la UCM, que una de las asignaturas del MFPS es “la enseñanza de “X” en ESO, Bachillerato y FP”, cuando la inmensa mayoría de las asignaturas que se explican en ESO y Bachillerato no se cursan en FP desde la implantación del sistema educativo, a partir de 1990.

La invasión de las pedagogías en la formación inicial del profesorado es ya imparable, si no se reforma seriamente el diseño inicial de este Máster.

Uno de los elementos clave de este nuevo título es la investigación educativa. En unas prácticas que duran unos tres meses, sin experiencia docente previa, la ficción de la investigación, que tiene que ir ligada a la “innovación”, es patente. Excepto el pega y recorta de manuales de pedagogía o de didáctica, las investigaciones que de hecho se pueden hacer son muy modestas. Tengamos en cuenta que de aquí pueden salir los futuros expertos en investigación de las didácticas específicas, categoría a la que se podrá acceder sin haber dado clase en un instituto. Pese a la parafernalia con la que se ha organizado el Trabajo de Fin de Máster, los profesores han dispuesto de menos de una semana para estudiar cinco o seis investigaciones de unas cuarenta páginas cada una. Y, además, el director del citado trabajo formaba parte de la comisión que debía juzgarlo.

Eso sí, Bolonia genera más burocracia. En las programaciones, en las actas, en los informes, en los trabajos, en todo tipo de trámites administrativos.

Otro capítulo conflictivo, ya hemos dicho, es el del profesorado. A la lucha de las investiduras entre las facultades de las distintas áreas de conocimiento y las insaciables ansias de los pedagogos hay que añadir que los criterios con los que se ha asignado la docencia han sido los habituales de antigüedad y categoría profesional. Lo cual es perfectamente legítimo, pero choca con el quimérico planteamiento de la LOE. De esta forma, si los docentes que impartían el MFPS tenían alguna experiencia o conocimiento del funcionamiento de un instituto o de la enseñanza allí impartida, era por pura casualidad. Por supuesto, dado el carácter novedoso del Máster, en general no ha sido elegido por los profesores más antiguos ni con mayor categoría, sino que ha sido muy común que un buen número de profesores asociados o contratados se hicieran cargo de sus enseñanzas.

No estamos en condiciones de evaluar el funcionamiento del MFPS en todas las universidades de España, como han hecho con cierta premura, superficialidad y sesgo interesado algunos medios de comunicación.

Pero sí habría que hacer algunas observaciones:

1. Se da por sentado que todos los alumnos que acceden al MFPS ya tienen una formación científica suficiente en la especialidad que van a enseñar. Este supuesto no siempre es verdad. Ya hemos mencionado el hecho de que no siempre han estudiado la carrera correspondiente quienes acceden al Máster. Los futuros profesores deben, pues, mejorar su formación científica en sus respectivas áreas de conocimiento. Este punto no puede pasarse por alto.
2. Las prácticas han contado con la colaboración voluntariosa y gratuita de profesores de instituto no retribuidos. Pero hay que partir de la base de que como el futuro docente va a tener que ejercitar sus aptitudes para la enseñanza es en unas verdaderas prácticas, cuando el profesor está solo en su aula.
Hay quien ha pretendido equiparar esta formación a la de los médicos: es muy discutible, pues los MIR previamente han superado un proceso de selección.
3. Habría que evaluar para qué ha servido mucho de lo que se ha aprendido en el CAP y en el MFPS para dar clase.
4. La formación pedagógica no puede dejarse en manos de quienes no tienen experiencia docente en el nivel para el que se va a preparar. No hablemos de los desertores de la tiza. La formación didáctica debería estar basada en la experiencia real de los profesores del nivel correspondiente. Y no debería consistir en un adoctrinamiento pedagógico lleno de dogmas, consignas y clichés, que en nada van a ayudar a un futuro docente a enfrentarse a los duros retos de su trabajo diario.

Dejamos para otra entrada una propuesta articulada de formación inicial, en relación con el nuevo sistema de selección del profesorado.

sábado, 3 de julio de 2010

HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS DE ETA





Bienvenido sea que el Congreso de los Diputados apruebe la unánime resolución de apoyo a las víctimas de ETA del 27 de junio. Es fundamental que no se haga partidismo con un asunto de Estado tan serio como el de la lucha antiterrorista. Para ello no estaría de más revocar el acuerdo que en su día facultaba al gobierno para negociar con la banda asesina. De esa forma las instituciones estarían a la altura de su papel y no reconocerían formalmente a una organización terrorista como interlocutor del Estado en una negociación, ni política ni de cualquier otra índole. Por mucho que ese error lo hayan cometido todos los gobiernos de la democracia sin excepción, la revocación formal y explícita de la declaración del Congreso del 17 de mayo de 2005 que autorizaba el diálogo entre el Ejecutivo y la banda terrorista para buscar la paz es simbólica y fácticamente un hecho necesario. No hay que dar por hecho que implícitamente el Congreso ha dejado sin efecto el citado acuerdo por el hecho de encontrarnos en una legislatura distinta.

UN PEDAGOGO CRÍTICO

José Penalva es profesor de la Universidad de Murcia y profesor visitante en la Universidad de Cambridge (GB). Es un caso único y excepcional, porque es un profesor de Historia de Educación en una universidad española y mantiene una posición crítica y lúcida contra la pedagogía oficial. Aquí tenemos una muestra de sus artículos, publicados en diversos medios digitales:


1. La vocación de maestro

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2. La incapacidad de ofrecer un sistema educativo alternativo

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3. Los exámenes son cosas de derechas

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4. La argucia discursiva de Ángel Gabilondo

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5. El extraño caso del profesor que no quiso ser John Wayne

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6. España, la mayor guardería de Europa

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7. Sobran jefes y faltan indios



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JOSÉ MUNILLA, OBISPO DE SAN SEBASTIÁN


El “joven” obispo donostiarra José Munilla (13-11-1961) es uno de los más contundentes ejemplos de remar contra corriente, a lo bestia, seguro de sí mismo y de su fe e indiferente al mundo, el demonio y la carne, tentaciones que desprecia desde una jesuítica humildad tras la que se esconde el sentimiento contrario, el pecado capital que más difícilmente puede disimular la autoridad episcopal que pregonará su verdad en las homilías desde el Buen Pastor. Es todo un paradigma de la voluntad, en el sentido más trascendente y noventayochesco del término. Vasco no nacionalista, se enroló en la iglesia pero no se formó bajo las directrices del entonces todopoderoso Setién, sino que lo hizo en el seminario de Toledo. No claudicó ante una iglesia dominada por el mundo abertzale. Quiso ser sacerdote en una época en la que las vocaciones eclesiásticas estaban ya de capa caída y había que tener más moral que el Alcoyano para escoger la senda de la vida parroquial y pastoril. No necesitaba la carrera eclesiástica para huir de la miseria del campo ni para escapar del mundo. Escogió esa vía porque así fue su designio, su voluntad terca e indomeñable.

Desde los inicios de su carrera sacerdotal su decisión fue volver a su tierra natal, un país, un territorio, unas provincias, donde la iglesia ha ejercido un protagonismo público inmenso desde el siglo XIX, como una expresión de su nostalgia de la sociedad del Antiguo Régimen. Buscando un papel de emisario popular por la gracia de Dios, un autoelegido representante que hablara en nombre de su pueblo, de sus fieles. Un evidente anacronismo después de las revoluciones liberales-burguesas, que nosotros no tuvimos. La iglesia ha exigido para sí en ciertas “nacionalidades históricas” una presencia social y política innecesaria en una democracia representativa.

De hecho, el principal núcleo sociológico del carlismo y luego de su desviacionismo racista y disgregador, el nacionalismo vasco de Sabino Arana, ha sido el clero estructurado como una fuerza con vocación política y populista. Un clero organizado, ansioso de protagonismo social y mesiánico en su voluntad de liderazgo colectivo. Un clero al que pertenecieron algunos de los pocos sacerdotes que fueron represaliados y masacrados por el bando franquista. Pero también un clero que llevó al dictador bajo palio poco antes de transformar su resentimiento y su odio en apoyar aquella escisión de las Juventudes del PNV que luego se llamó ETA, la expresión más terrible de la España negra. Porque ETA es de lo más español que puede haber, heredera directa de las peores tradiciones de la Península Ibérica.

Gregorio Salvador recordaba en una entrevista a la revista de la Asociación de Profesores de Español cómo Añoveros, cuando era obispo de Cádiz, en la década de los 60, porfió para que el entonces gobernador civil de la provincia lo expedientara porque en sus clases de catedrático de instituto explicaba a Miguel Hernández. Ese ha sido siempre el afán dañino de destrucción del adversario y de intolerancia hacia el pensamiento disidente de los prelados con vocación política: inquisidores. Luego el obispo Añoveros, en sus años al frente de la diócesis de Bilbao, quiso llenarse de una gloria inmerecida y desafió al régimen de Franco con su famosa homilía y su carta pastoral cuando el caudillo era casi un espectro en 1974, el año de la tromboflebitis del decrépito tirano, en el que ya era muy evidente la decadencia del dictador y más cercana que nunca su fecha de caducidad. Añoveros, glorificado en las sesgadas hagiografías escritas por sus colegas del eusko-nacional-catolicismo, contaba entonces con los suficientes apoyos en el Vaticano y en Tarancón como para saber que arriesgaba bien poco y ganaba mucho defendiendo un mensaje que se interpretó en su día como lucha democrática, pero que no era más que apoyo a la retrógrada y reaccionaria parroquia nacionalista. Cobardía y oportunismo, inmoralidad e indecencia. Tratar de salvar los muebles poco antes de que el barco en el que estaban tan a gusto se hundiera y garantizar un anclaje en el nuevo poder que estaba por venir.

En los años terribles de la transición en el País Vasco, en los años de plomo, en los que Euzkadi sufrió el azote del fascismo más brutal, de la mafia asesina, de la presión insoportable, del enloquecimiento al que le llevaron los portadores de odio y de veneno convertidos en muerte y destrucción, la jerarquía eclesiástica de Euskal Herria representó lo más siniestro de nuestra particular historia de la infamia. Setién y compañía, Pagola, el arcipreste de ETA, que daba refugio en sus sacristías a despìadados y descerebrados asesinos, han sido la muestra más inhumana y repulsiva de estos últimos treinta y tantos años de la influencia eclesiástica en la historia reciente de España.

Munilla es posiblemente un reaccionario indisimulado, sin disfraces ni cirugía. Sin complejos, como se dice ahora. Un hombre imbuido de la soberbia del poder por el poder (porque el poder eclesiástico es poder químicamente puro, sin segregaciones de corrupción económica ni de clientelismo), es pura dominación personal. Probablemente se trate de un retrógrado sin paliativos, de un hombre de una fe firme para el que los tiempos en los que vivimos, lo políticamente correcto, la imagen, los medios de comunicación y tantos condicionantes que para otros hombres públicos son su verdadero poder fáctico, a él le provocan la indiferencia displicente de quien vive en su propia verdad. Desdeña todos esos referentes ambientales de nuestra era como meros accidentes ocasionales del paisaje.

Su determinación de acabar con la era Setién y todo lo que ella ha representado me lleva a la identificación con un personaje que en otro contexto sería un elemento con el que no tendría absolutamente nada en común. Si limpìa la diócesis guipuzcoana de basura abertzale, si depura sin piedad y con perseverancia la sórdida e incalificable herencia de sus predecesores, habrá prestado un gran servicio público por el que le deberemos gratitud, que trascenderá los límites territoriales de su demarcación.

¿Está con Munilla la iglesia vasca dando la espalda a la sociedad y viviendo al margen de ella? La iglesia como expresión colectiva que desee influir y ser portavoz de la ciudadanía es ya un anacronismo inaceptable en cualquier organización democrática de un país desarrollado. No necesitamos su tutela ni su representación ni su intercesión para nada. La religión sólo tiene sentido en el mundo libre como hecho individual. Es tercermundista aceptar una mediación eclesiástica para el “conflicto vasco”. Una de las patas de la mesa de la mítica “salida negociada de la violencia”. Que era sólo una forma de contar con un grupo de presión pronacionalista que se sentía impune en su abyecto papel de justificar a los verdugos y ningunear a las víctimas. Aznar aceptó el papel mediador del nada equidistante Uriarte, que terminó en dique seco. Se han hecho símiles con la presencia de las iglesias en el “proceso de paz” irlandés. En esa guerra había dos barbaries: la católica y la protestante. Si no hubiera sido por esas dos religiones que han estado sembrando odio durante siglos, Irlanda del Norte habría caminado antes hacia la integración y habría evitado la traumática fractura de dos comunidades que tratan de pisarse la una a la otra y que respectivamente no han aceptado la existencia del que vivía en su misma tierra y tenía otra identidad porque profesaba otras creencias. Identidad para dividir. Identidad para odiar al prójimo.

Ahora se le critica al prelado Munilla por entrar como un terminator en su feudo donostiarra. Que tiene listas negras y que está empezando a perseguir con saña a quienes tenía entre ceja y ceja en sus épocas de párroco por guipuzcoanas tierras. Se habla de un franciscano al que quiere desterrar. Habría que saber si ese franciscano es un abertzale filoterrorista de los que han acogido a asesinos en sus sedes eclesiásticas y pertenece al grupo de los que han estado sembrando odio y apoyando a ETA. En ese caso, justo sería aplaudir la decisión de Munilla. Si simplemente es una venganza personal contra alguien que en su día discrepó de él, me parecería un acto miserable y de muy poca categoría. De escasas miras.

Pero hay que recordar que en época de Setién fue sancionado el cura de Maruri, uno de los pocos sacerdotes que se comprometió en la lucha contra el terrorismo. La Iglesia vasca, y en especial la diócesis de Guipúzcoa, tiene una hoja de servicios infame en cuanto al compromiso contra los asesinos y en su ayuda a las víctimas del terror. Justo y necesario es depurarla de esa asquerosa inmundicia.

Es por este motivo por el que un personaje como Munilla puede ser visto como un servidor público útil, no un líder ideológico ni espiritual, sino un Deus ex machina tan necesario como el jefe de desratización del Metro de Madrid. Un prelado que en lugar de ser un pastor populista, heredero de nuestra tradición de curas guerrilleros que se inició en la guerra de la Independencia, es más bien un jerarca maquiavélico y florentino, como un Don Fermín de Pas, con la misma mala leche, un jugador aguerrido que calcula con paciencia y de forma despiadada cuándo va a dar a sus adversarios el jaque mate para quedarse él solito con todo el tablero de juego.

viernes, 2 de julio de 2010

FÉLIX PONS



Nos despertamos hoy con la triste noticia de la muerte de Félix Pons, antiguo presidente del Congreso y exministro de Administraciones Públicas. Hombre de profundas convicciones democráticas, gran rigor intelectual y con una conciencia muy clara de lo que era el servicio público, vivía en estos últimos años alejado de la primera línea de la actividad oficial. Siempre fue una persona discreta, poco amante de la ostentación, con un punto de timidez, pese a su inequívoca vocación política. En una entrevista concedida a Rosa Montero hace ya unos años, la escritora y periodista hace de él una descripción impresionista: “es un hombre de orden”. Tras esa circunspección, muy diferente de la búsqueda de la imagen sofisticada y ficticia, y de la frivolidad, habitaba un hombre que creía en lo que hacía y que tenía una idea muy seria de su compromiso político. Una persona educada, para aquellos primeros años de los 80 muy socialdemócrata y aparentemente un señor, un burgués, que procedía de una visión más madura y honda de la actividad política que la propia del ambiente del tardofranquismo y de la transición española.

Félix Pons fue candidato del PSOE a las elecciones autonómicas de las Islas Baleares de 1983, comicios que ganó la derecha capitaneada por la entonces AP, gracias al feudo de Ibiza. Retirado de su aventura política insular, se incorporó a la cosa pública en el ámbito nacional y ya no volvió a intentar ser presidente autonómico. Cuando pensamos en los gobiernos de AP y el PP, con su política de crecimiento urbanístico y especulativo desmesurado, cuando vemos el triste papel de Unió Mallorquina como partido bisagra y voraz cobrador de comisiones, cuando observamos con preocupación hasta qué punto ha llegado en dos legislaturas una coalición de izquierdas con los nacionalistas, provocadora de disgregación y mimética de todas las barbaridades de las normalizaciones y las imposiciones, echamos de menos a políticos como Félix Pons. ¿Cómo habría sido la política balear bajo la dirección de un hombre honesto y riguroso como era el fallecido hombre público mallorquín? Es ya un futurible en el pasado, una mera elucubración. Pero seguro que la política balear, su más auténtica y genuina vocación de servicio público, aun con todos los errores propios de toda obra humana, habría tenido una altura de miras, una visión de Estado y una ecuanimidad que echamos en falta con la clase política que sufren las islas, que sólo hace falta acudir a las hemerotecas y reflexionar un poco para hacerse una idea de en qué manos están y han estado por esos lares los designios de la vida colectiva. Una indiscutible talla de político y de hombre de Estado que, desgraciadamente, no ha sido el espejo en el que se han mirado otras generaciones y otros dirigentes.